La medida anunciada ayer por el Palau de les Arts, sumada al recorte económico aplicado a la plantilla, no deja de ser un parche provisional. Conseguirá cuadrar las cuentas o generar un ahorro inmediato. Pero poco más, porque el futuro inmediato no parece indicar que la situación vaya a cambiar en exceso. Menos todavía en el terreno cultural.

Ahora que la consellera del ramo ha dejado la portavocía del Consell y en un hueco de sus visitas promocionales, "recolocaciones" e inauguraciones varias, bien estaría que se sentara con su equipo a planificar un proyecto a largo plazo que hiciera sostenibles, rentables y versátiles los diferentes espacios culturales que tiene adscritos a su departamento. O incluso que lo hiciera con otros responsables políticos institucionales para ver de qué forma las sinergias pueden llegar a ser válidas y/o necesarias. Ya lo dice el dicho: en tiempo de crisis, imaginación.

La idea que baraja la Administración de unificar todos los organismos culturales de la Generalitat—resucitar al IVAECM, vamos —resulta más complicado jurídicamente de lo que se puede imaginar. Por no hablar del reparto patrimonial y el equilibrio financiero a causa de las deudas desorbitadas que todos ellos arrastran.

Desataría, además, una batalla inimaginable. Más aún, teniendo en cuenta que los cargos culturales en esta autonomía se han convertido en una especie de regalo vitalicio al que va unido un retrato en sepia.

Es mucho más serio de lo que parece. No se trata de cumplir expedientes simplemente programando espacios o aplicando recortes. Se trata de política cultural, algo sin redefinir desde hace lustros y que nadie se ha preocupado en revisar. Quizá sea el momento de pensar en el futuro desde la realidad de hoy. Aún vivimos de herencias, son muchos años—y seis meses— y no todo ha de ser Sorolla.