«Savi mestre: temps fa que volia endreçar-vos algunes ratlles, fidel testimoni d'admiració i respecte». Así empieza con la ortografía vacilante del valenciano de principios del siglo XX una carta del poeta Miquel Duran de València a Teodor Llorente que forma parte de la última remesa del epistolario del patriarca de la Renaixença, que llegó hace unos meses a la familia de este. Son en total unas 500 misivas (no se ha hecho un recuento exhaustivo), que se unen a las 700 que llegaron en 1998. Todas proceden de la Biblioteca Balmes de Barcelona, institución jesuita que las conservaba desde 1920, cuando las depositó allí el hijo del lletraferit para su edición. Las de este último bloque forman parte de las llamadas cartes «llevantines», las que Llorente recibió de escritores e intelectuales catalanes, valencianos, mallorquines y del Rosselló. Entre ellos, Joan Maragall, Narcís Oller, Àngel Guimerà, Jaume Collell, Mistral o el citado Duran de València.

Acció Cultural del País Valencià (ACPV) y su presidente honorario, Eliseu Climent, presentaron ayer algunos de estos documentos. No es casual, el editor lleva en la tarea de recuperación de Llorente desde que en 1983 publicó su Poesia completa, junto a Manuel Sanchis Guarner, Lluís Guarner y Francesc Pérez Moragón.

Eran los tiempos de la batalla de Valencia y no se vendió nada, recordaba ayer, ya que para los «catalanistas Llorente era un burgués y los blaveros decían que lo había editado un catalanista».

Las aguas bajan más calmadas hoy, la estigmatización social del poeta se diluye y una prueba es el acto de ayer, donde un representante de la Generalitat se personó por primera vez en la sede de Acció Cultural. Fue la directora general de Cultura, Marta Alonso, enviada por la consellera María José Català.

El acto fue también un homenaje al bisnieto del escritor, Juan Teodoro Corbín Llorente, fallecido en 2012 y principal implicado desde hace 30 años en la recuperación de esta documentación, que se pensaba perdida en la Guerra Civil y de la que tuvo conocimiento al hallar una carta de un balmesiano a su abuelo en la que le comunicaba, poco antes de su muerte, que el material se había salvado.

El jesuita padre Batllori fue quien gestionó el envío de 1998 y ahora, con la biblioteca menos colaboradora, contó Climent, ha sido el cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, quien ha ayudado.

¿Por qué no vino en 1998 todo? Al parecer, porque el material estaba disperso y no se localizó, explicó el profesor Rafael Roca, el mayor especialista sobre Llorente. Las cartas, eso sí, estaban editadas en los tres volúmenes (de cinco) que la Balmes publicó entre 1928 y 1936. Las que saldrán pronto por primera vez son las «castellanes», de gentes como Azorín, Cánovas o Menéndez y Pelayo (edita la Biblioteca Valenciana). Para Roca, lo fundamental del conjunto es la cantidad de «primeras espadas» con los que se carteó, lo que da idea de su relevancia.

ACPV y los representantes de PSPV, Compromís y EU en el ayuntamiento anunciaron que pedirán la declaración de Llorente como hijo predilecto de Valencia.