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Carmen Morell: Sus raíces en el Puig

Siempre recordaba sus orígenes en El Puig de Santa María, en la provincia de Valencia, donde había nacido su madre. Y nombraba a primos suyos (Nelet, y otros), aunque ella nació en Barcelona de padre manchego. Rosa Ferrando Galiana, que ése era el nombre auténtico de Carmen Morell, fallecida anteanoche en una residencia de ancianos de la calle del Gobernador Viejo de Valencia, cubrió buena parte del folklore español en la segunda mitad del siglo XX, y hace ocho lustros vivió en esta ciudad, hasta su retirada definitiva.

Un representante de espectáculos alemán, en los años cuarenta, fue quien en la Ciudad Condal le buscó el pseudónimo con el que se haría famosa y popular „a un mismo tiempo„, pues cuando formó pareja con Pepe Blanco, ya en la década de los años cuarenta, llenó carteleras teatrales y cinematográficas en España e Hispanoamérica.

Ha fallecido casi a los noventa y dos años „los iba a cumplir dentro de escasas semanas„, aunque en todas las biografías aparece con dos años menos, por eso tan frecuente de querer aparentar menos edad. Pero este cronista pudo ver su DNI cuando hubo de declarar en su favor para lograr la pensión de viudedad cuando falleció su esposo, que había estado divorciado y tenía que compartir ella con la primera esposa. Carmen Morell había nacido en 1923.

Fue pareja „sí, «pareja»„ con Pepe Blanco; pero veinte años después de haber llenado teatros y cines, las desavenencias hicieron que el dúo se rompiese y ella apareciera en solitario. No necesitaba a nadie más.

Figuró como tal en numerosos espectáculos, y apareció en una serie en el Teatro-Circo Price de Madrid y en los elencos del empresario Colsada. Pero en los años setenta, ya con su nuevo esposo, Gustavo Quiñones, un militar retirado que fue su nuevo agente, decidieron venir a vivir en Valencia. Actuó en numerosos espectáculos en la región, al principio muchas veces en la sala Canal del también artista musical Vicente Ramírez, y vivió el matrimonio en Russafa, en la calle de Burriana y en la avenida del Cid. En este último lugar es donde una mañana su esposo, que bajó a la calle a pasear al perro, sufrió un ataque cardíaco, cayó en la acera y se fue para siempre.

La Casa del Artista la amparó desde que llegó a Valencia y más aún cuando se quedó sola. En el Teatro Principal le organizó un homenaje al que acudieron diversas figuras nacionales, entre ellos, Manolo Escobar; y en la residencia primera en que estuvo ingresada, en la calle de Serranos, se le rindió igualmente un homenaje que tuvo amplia repercusión.

Lo que, para quienes le conocimos y le tratamos muy a menudo personalmente, señalada fue su relación con Pepe Blanco. Siendo una pareja que parecía inseparable, tras la disolución ella lanzaba frases terribles contra él, pues ciertamente no la había respetado. Cierta mañana, este cronista acudió muy temprano a su domicilio valenciano; abrió la puerta su esposo, Gustavo, quien se extrañó de que acudiésemos a una hora tan intempestiva; salió en seguida Carmen, que preguntó:

„¿Qué buscas a estas horas de la mañana?

„Quiero que me hagas unas declaraciones sobre Pepe Blanco.

„¿Cómo? ¿Sabiendo lo mal que me trató aquel sinvergüenza?

„Es que ha fallecido esta madrugada.

„¡Ah, bueno! Entonces, sí.

E hizo grandes elogios, como que había llevado la copla española al más alto rango.

Esto nos recordó la frase lapidaria en la tumba de Enrique Jardiel Poncela: «Si quieres los mayores elogios, muérete».

Descanse en paz el «bomboncito de mujer» que quienes visitábamos los teatros en la segunda mitad del pasado siglo nunca olvidaremos.

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