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Entrevista | Luis del Romero Sánchez-Cutillas

"Escribir es una forma de combatir el miedo al olvido"

El autor publica «Una tirada de dados» (Algaida), novela con la que ganó el premio Ciudad de Badajoz

Luis del Romero (Valencia, 1951). paula moreno

«Una tirada de dados», la última novela de un autor que almacena una decena de premios, es un homenaje a las tertulias del Barroco a partir de la valenciana Academia de los Nocturnos. La literatura le viene en vena a este catedrático de Geografía e Historia: es hijo de Carmelina Sánchez Cutillas («Matèria de Bretanya»), voz imprescindible en la narrativa en valenciano del siglo XX.

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«Escribo para que la muerte no tenga la última palabra». ¿Esa misma voluntad de posteridad le mueve?

El verso de Odysseus Elytis que encabeza mi novela condensa la máxima aspiración, no ya del escritor, sino de todo ser humano. Al fin y al cabo, si tememos a la muerte es por miedo al olvido, a disolvernos en la nada, y escribir es una forma de combatir ese miedo al olvido.

¿Tiene algo de vocación de escritor en la sombra, como su madre, que dejó de publicar en los años 80, o de novelista como segunda actividad profesional?

Antes de esta época mediática en la que vivimos, el escritor solía escribir en la sombra, atento a la calidad de su trabajo. Otra cuestión distinta es la visibilidad del escritor, algo que a veces tiene más que ver con el marketing.

¿Sí, pero hay algo de usted en el narrador de su novela, profesor de instituto que se contenta con ganar algún premio municipal y publicar algún que otro libro de cuentos?

Lo mismo que si el narrador fuera un asesino en serie. En la novela aparecen once personajes distintos afanados en construir una historia sobre la «última visita» y ganar el ambiguo premio que les ofrece el anfitrión.

El palacio de los «Nocturnos» es hoy sede de la Generalitat. ¿Una metáfora de la cultura actual, institucionalizada?

El Palacio Valeriola era el lugar donde se reunía, en el siglo XVI, la Academia de los Nocturnos. Y en buena medida, el papel que desempeñaban los nobles en el Barroco, cuyo amparo buscaban los escritores al dedicarles sus obras, lo asumen ahora las instituciones.

«El esfuerzo ya no adorna a los poderosos», se queja su narrador. ¿Hace suyo el lamento?

Ese lamento se podría aplicar a cualquier época, incluida la nuestra, en la que los nuevos héroes son futbolistas o personajillos asiduos a los programas de cotilleo. Y basta con ver los casos de corrupción para reconocer que el esfuerzo no es hoy uno de los valores en alza.

¿Añora los tiempos de la Academia de los Nocturnos y Català de Valeriola?

Mi novela en absoluto es nostálgica. La Academia de los Nocturnos es el pretexto para que los personajes improvisen historias en torno a la muerte, asumiendo los motes que llevaban los miembros de la Academia: Miedo, Temeridad, Horror, Descuido…

¿La sociedad actual ha olvidado o no ha aprovechado ese pasado ilustrado?

Mal se puede aprovechar lo que no se conoce. Me sentiría satisfecho si la lectura de la novela suscitara algún interés en el lector por el valioso patrimonio cultural de la ciudad de Valencia.

¿Qué ha aprendido de la literatura de su madre?

Básicamente que existen dos tipos de escritores, los que recuerdan y los que inventan. Mi madre era una escritora de recuerdos, una narradora oral con un gran poder de evocación. Yo pertenezco al otro grupo, tal vez porque el mundo que me tocó vivir en la infancia no tenía ese toque mágico.

Usted ha optado por el castellano para publicar. ¿Alguna interpretación sociológica de este abandono del valenciano?

Uno no elige la lengua en la que escribe, salvo que se trate de un exiliado, como Conrad, por ejemplo. En ese sentido, yo me he mantenido fiel a la lengua en la que mi madre me enseñó a hablar y a escribir. La interpretación de este hecho se la dejo a los sociólogos.

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