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Un año con Frederick Forsyth

El exilio del escritor espía en Ondara

En sus memorias ha reconocido que trabajó para el servicio de inteligencia británico, aunque su año en España fue por otro motivo: huir del fisco

El exilio del escritor espía en Ondara

Frederick Forsyth fue Federico en Ondara y Freddie para los amigos del servicio de inteligencia británico. En realidad fue dos veces Federico, puesto que a mediados de los cincuenta ya pasó un verano en Málaga, donde se interesó por el toreo y mantuvo un «tórrido affaire» con una condesa alemana. Entonces aún no se había convertido en «espía», término que él mismo rechazaría cuando pasaba informaciones desde la guerra de Biafra a su contacto del MI6.

Esta confesión, tatuada en las memorias del escritor (The outsider: my life in intrigue), iguala a Forsyth con los personajes de sus novelas, salvo por un detalle: él fue el único que se forró con los libros. El día del chacal, Odessa y Los perros de la guerra convirtieron al autor en millonario y eso es precisamente lo que le llevó a Ondara. Él mismo aborta en su autobiografía la tentación de construir un relato en torno al espía buscando guarida en la Marina: «Mi mujer y yo habíamos dejado Reino Unido por España en enero de 1974 para escapar de la victoria electoral del Partido Laborista de Harold Wilson y Denis Healey, quien subió los impuestos a un desorbitado 83% cuando llegó a ministro de Hacienda en abril [...] Pero nunca fue nuestra intención instalarnos en España. Fue el reglamentario año de ausencia».

El escritor „ya lo había reconocido en una entrevista hace unos años„ buscó refugio para su dinero en una casa entre Ondara y El Verger que hoy utiliza su nombre como reclamo para ser alquilada. «Iba siempre en un Citroën Dos Caballos que parecía del desguace, vestido con un mono vaquero, y era asiduo al Bar Valencia», relata Vicent Ortuño, geógrafo de Ondara y exgerente de la Mancomunitat Cultural que la Marina Alta que conserva, como algunos de sus coetáneos, vagos retazos de la estancia del escritor. «Su oficina era el ayuntamiento. Si un periodista de The New York Times quería entrevistarlo llamaba allí y estos iban a buscarlo», rememora Ortuño. Al parecer era en esas ocasiones, ante una entrevista de calado, cuando el paisano Federico volvía a ser Mr. Forsyth: «Entonces aparecía con el Rolls-Royce blanco y vestido de traje». Porque antes de largarse con su dinero de Londres, el escritor satisfizo un capricho y cometió una extravagancia: «En un acto de pura locura me había comprado un Rolls-Royce [...] Cuando lo restauré lo había repintado del negro al blanco», relata en sus memorias. Comprarse un coche de lujo y someterlo a la pintura blanca como culminación del ascenso social.

«Tenía los ojos claros», recuerda Ángeles Seser Pons, vecina de Ondara. Su padre, dueño de un ultramarinos, solía llenar la despensa del escritor. «Se lo llevó un día a pescar y le pagó el almuerzo en el Bar Noguera». Aclaración: el que pagó no fue Forsyth sino el padre de Ángeles. A cambio, la familia conserva algún libro dedicado. Como esta, en la comarca quedan repartidas huellas garabateadas del autor y un puñado de fotografías oxidadas, como la que lo sitúa en la puerta de la farmacia de Carlos Infantes, en El Verger. Pero vínculo quedaría definitivamente grabado, tal que en el tronco de un árbol, cuando el novelista escogió Ondara como escenario para un relato corto. Hay intriga y asesino y también aparece el Bar Valencia. Ortuño guarda esas páginas publicadas por Playboy.

El invierno se llevó a Forsyth de la Marina. «Quería montar una granja de conejos, pero no sé si llegó a hacerlo», escarba Ortuño. «Se fue de la noche a la mañana», sella Ángeles Seser. Forsyth se marchó a Irlanda, donde aguardó durante un lustro políticas fiscales más relajadas en casa. Margaret Thatcher le brindaría ese regreso.

Queda el epílogo: en el pueblo hay quien anda estos días rastreando la estela del escritor. Jovi Lozano-Seser, escritor, periodista e hijo de Ángeles, se ha propuesto una tarea de arqueología de desván que desempolve una historia «que conocen los mayores pero se ha perdido con el salto generacional», dentro de la labor de recuperación de personajes locales célebres que desarrolla la Associació Ocell. Su meta es llegar al cara a cara con Forsyth y legar después un libro que deje constancia de que Ondara cobijó a Mr. Forsyth, a Federico, a Freddie.

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