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Entrevista

Vincent Le Port: "Intento huir del ambiente "kitsch" que da el color a las películas"

El director francés defiende la improvisación frente al encorsetamiento de los guiones y de los personajes

Vincent Le Port: "Intento huir del ambiente "kitsch" que da el color a las películas"

52 minutos es lo que ha tardado Vincent Le Port (Bretaña, 1986) en convencer al jurado de la Sección Oficial de La Cabina para que le concedieran el galardón a la Mejor Dirección y premiaran La gruta como el mejor mediometraje del festival internacional valenciano. La desaparición de una niña es el detonante de una serie de sucesos que desafían la línea que separa la ficción de la realidad. La improvisación fue el elemento que marcó el filme del francés, pues La gruta iba a ser inicialmente un largometraje a color.

Durante la presentación de su película ya avanzó que le habían inspirado las obras de dos autores hispanos: Pío Baroja y Roberto Bolaño...

Comencé a leer Los detectives salvajes de Bolaño „de 1,500 páginas„, donde recoge una historia de un niño que desaparece en una comunidad. Él se inspiró de Baroja para escribirlo, y me encantó la historia, así que decidí extraer ese elemento de la trama. Nunca me he ceñido a ningún género en concreto, y tampoco siento predilección por el terror o la fantasía. De hecho actualmente estoy inmerso en escribir una comedia.

¿Se puede hablar de realismo mágico en La gruta?

La película refleja un mal sueño, que no se puede catalogar ni como sueño ni como pesadilla. Es un viaje. Realmente, sí que podríamos hablar de realismo mágico, movimiento característico de Gabriel García Márquez. Pero tampoco era mi intención desde un principio.

De modo que la improvisación tuvo gran protagonismo en el proceso de creación...

Totalmente. De hecho, reescribía el guión cada noche, y lo ensayábamos por la mañana. Si había algo que no funcionaba lo quitaba en ese momento y añadía más cosas con la ayuda de los actores.

¿Qué tenía la Bretaña francesa para grabar una película así?

Lo cierto es que no podía haberlo rodado en otra parte. Basé todo el proceso de creación en ese lugar, donde la lluvia, el viento y la niebla son unos elementos que están muy presentes en el entorno. Sin embargo, la región „donde yo me crié„ no nos ofreció todo lo que podía, ya que muchos días hizo sol, y eso entorpeció el rodaje.

También está llena de leyendas...

Sí, es una zona con mucho folclore con ricas referencias a la muerte. Tanto el entorno como todo lo que le envuelve siempre han albergado algo de misticismo, hasta el punto de que muchos escritores se acercaron a principios del siglo XX para trasladar al papel esas leyendas, difundidas desde la tradición oral. Como La gruta, estas historias son muy prosaicas.

¿Por qué eligió el blanco y negro para su mediometraje?

La película fue grabada inicialmente en color, pero tras el rodaje decidí pasarla a blanco y negro para darle un valor intemporal y aportarle simplicidad. Intentaba huir del ambiente kitsch y naturalista que da el color. El rodaje duró cuatro semanas, un tiempo excesivo para lo que teníamos pensado. El filme iba a durar inicialmente una hora y veinte minutos, pero luego decidí contar lo esencial.

¿Entonces, le llama el largometraje?¿Cómo supo de la existencia de La Cabina?

Sí, de hecho estoy trabajando en uno, que no tiene nada que ver con La gruta. Lo estoy haciendo poco a poco, ya que la financiación es escasa. Oí por primera vez el nombre de La Cabina durante su segunda edición, gracias a una de mis profesoras de la escuela de cine. Ella nos habló del festival porque nos podía resultar útil, ya todos los alumnos de cine empezamos haciendo cortos o mediometrajes, así que La Cabina podría dar salida a nuestros trabajos de clase. Me siento muy cómodo haciendo mediometrajes porque es más eficaz a la hora de contar una historia, aunque existen algunas que necesitan más tiempo.

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