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La biblioteca de Rafael Solaz

"Los libros han sido mis maestro"

"Los libros han sido mis maestro"

­Si un libro es un ser vivo, como sostienen la mayoría de escritores, una biblioteca conforma el ecosistema de su propietario. Detrás de un gran lector se esconde primero un bibliófilo, y un letraherido después. Es el caso de Rafael Solaz Albert (Valencia, 1950), presidente de la Societat Valenciana Jerònima Gales (primera mujer impresora valenciana), un experto conocedor y divulgador de la cultura, fiestas y tradiciones valencianas, con una cincuenta de libros publicados y otros tantos colectivos, así como comisario de exposiciones como la de «Escultores del Silencio» sobre el sentido artístico, histórico y biográfico del Cementerio General de Valencia, donde sus recorridos comentados son únicos.

Rafael Solaz, investigador de la Valencia pública y prohibida, posee una las mejores bibliotecas privadas de temática autóctona. Con 10.900 volúmenes y con centenares de documentos sin catalogar, además de 9.000 fotografías antiguas, otra de sus pasiones de coleccionista.

Repartido por tres espacios distintos, en su piso del barrio de Orriols se hallan los estantes más importantes. Todo un pasillo forrado de libros antiguos, dan paso a su despacho donde figuran los archivos que más consulta para sus constantes trabajos. Sermones de San Vicente, en una edición de Basilea en 1488, es el libro más antiguo, auténtica joya bibliográfica que da paso a volúmenes de todos los siglos posteriores.

«Mi biblioteca ha sido mi vida», explica Solaz, pues «he crecido culturalmente, y como persona, al lado de mis libros». «Precisamente yo que no tengo una formación, ni ningún título académico, los libros han sido mis maestros», remata. Por ciento, fue él quién situó el lugar exacto del Bar Torino, donde se fundó el Valencia CF en 1919. Cuando se le pregunta por su pasión por la letra impresa, recuerda cuando ayudaba a su padre a recoger muebles por las casas de la Valencia más noble, impresionado por aquellas solemnes encuadernaciones. A uno de aquellos propietarios que iba a deshacerse de su biblioteca, le propuso quedarse algunos, a cambio de ir pagándole poco a poco. Desde entonces no ha parado de comprar libros.

Librerías de viejo

Aunque el que más estima es Las Aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, el primero que compró con once años en las «covetes» de Sant Joan, aquellos semisótanos de la iglesia barroca que enfrenta a la Lonja. «Es el menos valioso, pero el más entrañable». Solaz trabajó en el sector bancario, después de estudiar dibujo y pintura en la Escuela de Artes y Oficios de Valencia „otra de sus aficiones„, y cuando estuvo destinado unos años en Madrid frecuentó las librerías de viejo. Entró en una preguntando por obras de temática valenciana, y resultó que la mujer del librero era de Xàtiva. Se fue trayendo todo lo que pudo. Su hijo regenta la Librería Anticuaria Rafael Solaz de la céntrica calle Sant Ferran, una de las más preciosas de Valencia,

El volumen que busca desde años y todavía no ha dado con él es el desaparecido libro de ajedrez de Francesc Vicent (1495). «Si alguna vez lo consiguiera, inmediatamente lo pondría a disposición de las instituciones valencianas para que se hicieran copias facsímiles», aclara; pues se trata de «un ejemplar único», imprescindible en la historia del ajedrez, impreso sobre las reglas modernas de ese juego y Valencia como referencia mundial».

Una colaboración con las administraciones públicas que ya practica, pues la Biblioteca Valenciana está digitalizando una parte importe de sus archivos. Otro elemento que habla de la importancia de su colección. Donde a parte de obras antiguas, dispone de ejemplares exclusivos como los primeros facsímiles eróticos editados a finales del XIX y principios del XX. Así como libros de Vicente Blasco Ibáñez dedicados con su pluma y letra a distintas personalidades valencianas. Experto también en Blasco Ibáñez, dispone de una colección de sus mejores novelas encuadernadas en seda. Un tesoro.

Hay mucha dedicación, amor y sacrificio en su biblioteca. «Los libros hay que catalogarlos, pero también estar atento a las acciones básicas de conservación, limpieza de polvo y temperatura», cuenta. «Cuando adquiero un libro nuevo, después de leerlo hago mis comentarios en notas que acompañan al ejemplar, y gracias a esas notas, a veces, salen artículos y estudios». Documentos suyos hay ahora en la exposición de La Nau sobre la capitalidad de Valencia en la República, y pronto saldrán más para algunas de las muestras previstas para el año que viene por la conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Blasco Ibáñez.

A su afán de bibliófilo y divulgador añade su frecuente disponibilidad. Muchos estudiosos e investigadores recurren a Solaz. Guías, historias de barrios, costumbres, fiestas y tradiciones, toda la historia de Valencia está en sus estanterías.

¿Se plantea una donación? «No lo descartó, de hecho ya llevamos un año de colaboración entre la Biblioteca Valenciana y mi archivo. Las obras físicas, en un futuro, puedo llegar a decidir una donación. Me gustaría».

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