El académico Manuel Gutiérrez Aragón —escritor, guionista y director de cine— recibió ayer en el Jardín Botánico de València el Premio Muñoz Suay 2016, otorgado por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España como reconocimiento a su libro dedicado A los actores (Anagrama, 2015). Este galardón está destinado a los mejores trabajos de investigación histórica sobre el cine español publicados el año anterior a la concesión.

La gala, que dirigió Joan Álvarez, director de la Academia de Cine, fue un reconocimiento a Manuel Gutiérrez por su labor como director y escritor, ensalzada por diferentes personajes de la cultura como Ivonne Blake, presidenta de la Academia.

De actores y para actores

Óscar Jaenada y Maria Isabel Díaz, actores, subieron al escenario para relatar su conexión con el director. La actriz chilena recordó que el primer trabajo que tuvo en España fue en una película de Gutiérrez Aragón y que para ella el director es «la mano que le abrió el camino en este país». Jaenada fue más escueto. Reconoció que se rió muchísimo cuándo vio su nombre en la obra de Gutiérrez y recordó sus debates. «Lo admiro mucho como director», afirmó, «pero como escritor me ha encantado por su sutileza a la hora de escribir sobre los conflictos entre los actores y los directores». Aún así, «esperó que vuelva a hacer cine», le espetó el actor, que criticó que la situación en España es «tan mala» que ha tenido «que hacer las maletas».

Los actores Victor Clavijo, Carlos Iglesias y Ana Belén participaron en un vídeo grabado de antemano en el que expresaron su reconocimiento por Gutiérrez Aragón, ya que no pudieron asistir a la gala.

Tras la entrega del premio, el homenajeado tomó la palabra e hizo la jugada contraria. Alabar, como en su libro, a los actores. «Ellos son el factor de desestabilización de la película, los que cambian el sentido de una secuencia y asemejan el cine a la vida», afirmó el director, que aseguró que gracias a ellos ha podido contar quién es. «En una charla con Vargas Llosa me preguntó qué echaba de menos de dirigir, yo le dije que los actores, así que les dediqué el libro». Sobre todo, explicó, porque los libros de cine son o «de cotilleos» o estudios «muy sesudos»; y en este intenta «hablar de ese papel de los actores en el lenguaje de las películas».

La obra, en palabras de Álvarez, es «una auténtica joya que no puede pasar desapercibida». En ella, Gutiérrez Aragón narra sus experiencias cinematográficas —desde las películas que vio en su infancia santanderina— y recupera sus vivencias con intérpretes como Fernando Fernán Gómez, José Luis López Vázquez, Ángela Molina y Alfredo Landa, entre otros.

Para el ahora escritor, contar historias en el cine y en la literatura no es tan distinto. « Lo que cambia es, precisamente, que el cine, gracias a los actores, está vivo», afirmó. «Por eso, aunque ya no hago películas», concluyó, «seré cineasta hasta el final».

Las virtudes de «Manolo»

De Manuel, o Manolo, como lo llamaron los más allegados, se alabaron muchas virtudes. Sobre todo su tenacidad, su templanza y buen carácter a la hora de dirigir. Lo describieron como un intelectual - «aunque la palabra esté pasada de moda»- alguien que reflexiona sobre el mundo y «aplica las luces largas aunque esté a corta distancia».

Carlos Madrid, director de Cinema Jove, también quiso reconocer la «grandísima» aportación de directores como Gutiérrez a la historia del cine española. El premio se otorgó en el marco del festival valenciano, que constituye el primer acto de la Academia de Cine fuera de Madrid. Se trata de la primera actividad de su proyecto «en red», que les ha traído «de cabeza» a la ciudad dónde nació Ricardo Muñoz Suay.