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Sexta edición

La luz negra que iluminó Poisonville

Bernardo Carrión, Jordi Llobregat y Santiago Álvarez crearon València Negra en 2012 como una respuesta al «vacío cultural» de la ciudad - En su sexta edición, el festival ya está «en la parte de arriba de la liga nacional, y en la internacional lo estamos consiguiendo»

La luz negra que iluminó Poisonville

Por entonces València no era la Poisonville que Dashiell Hammett escribió en Cosecha roja, pero casi. En aquella ciudad, que había sido próspera y en la que tanta gente había ganado tanto dinero, también reinaba la corrupción y el desencanto, y en las calles permanecían los cadáveres de un pequeño pero antiguo esplendor cultural asesinado por la crisis y la megalomanía.

En medio de este panorama tenebroso aparecieron tres «agentes de la Continental» para aportar algo de luz en la «ciudad veneno» mediterránea. Pero era una luz negra, como la que se usa en la escena de un crimen para buscar las evidencias que el ojo humano no puede ver. A diferencia del héroe hammettiano, estos tres agentes sí tenían nombre: Bernardo Carrión, Jordi Llobregat y Santiago Álvarez. Con ellos nació Valencia Negra, el festival de literatura policiaca y criminal cuya sexta edición dará comienzo el próximo viernes.

«Era 2011 y uno de los pocos lugares donde había ambiente literario en València era el taller de novela de Antonio Penadés, donde estábamos los tres -rememora Llobregat. Ahí se forjó la amistad que daría inicio al festival». «Fue una tarde de noviembre -precisa Álvarez- Estábamos juntos, cabreados por ese vacío cultural que sufría la ciudad y bebiendo cerveza. De pronto Jordi dijo: vamos a montar un festival para el próximo mayo. Nos tiramos al agua de forma inconsciente y como había que llegar a la isla aprendimos a nadar. Nunca habíamos organizado algo así pero sabíamos qué queríamos hacer».

La primera edición de VLC Negra se celebró en 2012 y salió adelante gracias a una campaña de «crowfunding» en la que sus impulsores recaudaron 2.400 euros. «Queríamos hacer algo que aquí no se hiciera: traer a gente de fuera, que no fuera algo completamente local -señala Carrión-. Íbamos a las editoriales y pedíamos autores. Vinieron Juan Madrid, Andreu Martí, Carlos Zanón? No está mal para el primer año».

La primera VLC Negra duró cuatro días, «fue muy intensa» y, pese a la inexperiencia y algún problema, salió bien. «Recuerdo una sensación muy agradable el último día, cuando organizamos un arroz negro con los autores y colaboradores -rememora Bernardo-. Iba paseando por Russafa al lado de Juan Madrid, y me sentía superorgulloso».

Concluido el primer capítulo, los tres agentes de la Continental tenían claro que su misión no podía acabar ahí. El segundo capítulo de VLC Negra (que tuvo lugar el 2014) incluyó a un personaje cuya aparición marcó la trama de forma decisiva. Se llamaba Petros Márkaris, y era el novelista que con su comisario Kostas Jaritos estaba describiendo a la perfección el hundimiento de su país, Grecia, y de Europa en general.

«Lo trajimos porque ese año colaborábamos con Amnistia Internacional y él está muy implicado con la organización», recuerda Jordi. «Fue una sorpresa -añade Bernardo-. Recuerdo que su charla con los lectores era un martes, en la sala Russafa, y cuando llegamos media hora antes vemos que la cola llegaba hasta la calle Sueca. Entraron 200 personas y se quedaron fuera 200 más. Lo primero que hice fue subirme a un piso y hacer una foto de la enorme cola, para que los medios supieran lo que estaba pasando. Ese fue el primer hito del festival. En ese momento vimos que esto tenía potencial». Y, efectivamente, VLC Negra tenía el potencial suficiente para cuatro años después traer a Benjamin Black -uno de esos autores que de vez en cuando salen en la lista de candidatos a los Nobel de literatura-, o para rechazar por falta de espacio a otros novelistas «internacionales» que les ofrecen las editoriales. «Antes íbamos pidiendo a las editoriales y ahora son ellas las que llaman a nuestra puerta», destaca Santiago. «Yo sí pensaba desde el principio que íbamos a llegar a este punto -asegura Jordi-. Nuestro objetivo es ser una referencia mundial. En la liga nacional de los festivales estamos arriba, y en la internacional lo estamos consiguiendo. ¿Hasta dónde podríamos llegar si realmente fuéramos respaldados?». Se lo pregunta porque, pese a todo, la ayuda institucional sigue siendo bastante magra.

«La comparación es odiosa -apunta Carrión-. El presupuesto para Barcelona Negra es de 160.000 euros, el de Getafe Negro 70.000. Aquí nos presentamos a un concurso de ayudas donde quedamos los primeros y nos dan 10.000 euros». «Con un presupuesto tres o cuatro veces menor que cualquier festival estamos haciendo cosas de primer nivel -añade Álvarez-. Eso indica algo sobre nuestra gestión, sobre nuestra visión de las cosas». «El motor del festival es la pasión y la necesidad de cambiar algo en València», concluye Llobregat.

¿Y, además de cubrir ese hueco cultural que existía en la ciudad, qué se puede cambiar en València con un certamen de novela negra? Primero, convertirla en destino literario, algo que actualmente todavía no es. Y, paradójicamente, también limpiar esa imagen de Poisonville que para muchos sigue teniendo la ciudad. «Queríamos que València se quitara los complejos -señala Santiago-. Pensamos que en estos tiempos de oscuridad, de lo negro podía salir algo positivo. Queremos que el valenciano no se sienta señalado por vivir en una población corrupta, que piense que forma parte de una ciudad que atrae a escritores y habla de libros».

Y, a falta por cuestiones de salud de un Chandler, un Thompson, una Highsmith o un Montalbán, el festival ha permitido a los agentes de la Continental darse más de un gustazo. «El mío fue traer a Philip Kerr -explica Jordi-. Es uno de los autores que me hizo ser escritor. Vino muy crítico, pero al final creo que disfrutó». «Para mí fue conocer a Pierre Lemaitre -añade Santiago-. O traer a la familia de González Ledesma, o contribuir a que Paco Camarasa se reconciliara con València». «Yo destacaría las conversaciones que tuve con Chirbes intentando que viniera -concluye Bernardo-. Dos años consecutivos me dijo no de una forma tan elegante que quedé encantando».

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