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Una Fedra muy de verdad

Una Fedra muy de verdad

De Paco Bezerra. Intérpretes: Lolita Flores, Juan Fernández, Críspulo Cabezas

Eneko Sagardoy, Tina Sáinz. Dirección: Luis Luque.

Eurípides escribió una primera Fedra ardiente, sin miedo a las pasiones, combativa y ajena a los remordimientos cuando se trata de amar. Una Fedra rechazada por el público de su tiempo, pero que hoy resurge más aguerrida que nunca gracias a la dirección de Luis Luque y la autoría de Paco Bezerra. Esta puesta en escena de Fedra produce una auténtica catarsis, el espectador se sumerge en un mar de reflexiones, emociones y retos cognitivos: ¿Hay límites en el amor? ¿Hasta dónde es capaz de llegar el ser humano cuando se entrega a las pasiones? ¿Acaso es posible dominarlas? ¿Qué es la felicidad? La obra, que se representa en el Teatro Olympia de València hasta el 9 de diciembre, pone en pie el patio de butacas: su magnífico elenco encarna toda la tragedia y pureza de este clásico, con Juan Fernández como Teseo, Críspulo Cabezas en el papel de Hipólito, Eneko Sagardoy en Acamante y Tina Sáinz en la piel de Enone.

Fedra es en verdad una obra de ética, todo un tratado sobre el amor, el engaño -a otros, a sí mismo- y la delgada línea entre cordura y locura. Esta imponente adaptación debería ser vista por la juventud, estudiantes de ESO y Bachillerato, poco amigos de los clásicos y en donde verán de manera inteligible y didáctica la potencia de esta tormentosa narración. Hay que decirlo, porque, como asegura la protagonista, «lo que no se habla se pudre y lo que se pudre se degrada». Mención aparte merece esa portentosa Fedra interpretada por Lolita Flores, pues, quienes tenemos la suerte de seguirla y quererla, sabemos que, cuando se deja la piel en escena, más que interpretar, se funde en el personaje. Lolita deviene Fedra y emociona, conmueve, asusta, inquieta, compunge. Se difumina la ficción de la realidad y uno siente que contempla la encarnación de Fedra, por eso sufre y llora y se siente parte de su desgarradora historia. Una Lolita Flores pura verdad, como ella es siempre, «toda verdad».

A esta Fedra solemnemente elegíaca le pregunté en «Prefiero que seamos amigos» si era más fácil interpretar el llanto o la alegría. Me respondía que el drama tenía menor dificultad por lo mucho que ella tiene por dentro. «Yo soy toda verdad y si lloro, lloro», sentenciaba una Lolita Flores ya consagrada en el mundo del teatro y la tragedia después de su exitosa gira con La plaza del diamante. Por eso entiendo la majestuosidad del papel -que no es papel, sino entrañas- de Fedra, en tanto que Lolita es pura verdad, toda verdad, como la protagonista de la historia. Celebro el éxito de la obra y de mi admirada Lolita Flores. Si usted, lectora o lector, sigue dudando en dejarse atrapar por el drama de nuestra protagonista, hágame caso: entréguese sin más, porque, bien sea Fedra o Lolita, que lo mismo da, en el escenario encontrará una sublime obra muy de verdad. ¡Pura y auténtica verdad!

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