Hace más de una década que un conejo rosa se pasea por las calles de Velluters, el Carme o Nazaret. «Irónico, rebelde e ingenuo». Así es el carácter de este dibujo, el alter ego de la artista urbana Barbiturikills. «Empecé a dibujarlo en 2005. Parece muy mono a primera vista, pero en realidad es irónico y subversivo», asegura esta grafitera valenciana. Acaba de inaugurar la exposición «Criatures fantàstiques» en la galería Estudio 64 de Benimaclet. Se trata de un «homenaje a los animales» y un intento de hacer «reflexionar» sobre cómo «pueden ayudar a reconciliarnos con el planeta».

La muestra reúne unas ocho piezas originales y diversos ejemplares impresos. Se podrá visitar hasta el 13 de enero. «Es más infantil que mis anteriores trabajos», señala la artista, que en esta ocasión ha querido apelar al público infantil durante el periodo navideño. El trabajo de Barbiturikills juega con una dualidad particular -la ternura y la crítica- que busca hacer llegar mensajes sobre el cambio climático o la política internacional. Aunque también hay un lugar para el erotismo. «El conejito representa también la sexualidad. Hay gente a quien le extraña que una mujer pueda pintar murales subidos de tono. Parece que hablar de sexo sea impropio de las mujeres», critica la valenciana. De hecho, asegura que más de un guía turístico ha achacado la autoría de sus grafitis a un hombre. «Dan por hecho que una orgía de conejos no la puede dibujar una mujer. Me resulta chocante», comenta la artista entre risas. Pese a que «está claro lo que están haciendo los conejos», defiende que el mural «no es agresivo para los niños».

Reivindicar el «yo»

Los dibujos de Barbiturikills pueden verse en la calle Roger de Flor, la Plaza del Pilar, la Plaza Vinatea, y también los barrios del Cabanyal o Nazaret. Desde hace una década pertenece al colectivo de grafiteros XLF, formado por Escif, Xèlon, End, Julieta, Carla, Deih, Cesp, On_ly o Sr. Marmota. Ellos marcaron el inicio del grafiti en València, y también en la trayectoria de Barbiturikills. «Empecé por contagio. Pasé a compartir espacio con estos artistas y poco tiempo después empecé a trabajar con ellos», explica esta valenciana de 46 años, que comenzó su carrera haciendo arte conceptual y feminista.

Desde hace poco más de un año, hay diversos guías turísticos que han visto un filón en el arte urbano valenciano, sobre todo en los barrios del Carme y Velluters, donde hay sedes para los artistas urbanos como la Sabotage Gallery, del artista Vinz. «Hay guías que se interesan por su trabajo y te preguntan por tu obra para trasladárselo al turista, pero hay otros que pasan de todo», critica Barbiturikills. Según la artista, el turismo en la ciudad está llegando a un punto «insostenible». «Soy valenciana, y como tal estoy acostumbraba a pasear por la Lonja o la Catedral. Ahora resulta casi imposible. El turismo nos está quitando esos lugares comunes», lamenta.

Esta situación le recuerda a los inicios del grafiti. «El arte urbano nació en Nueva York en un momento en el que el individuo necesitaba reivindicar su presencia en la ciudad. Se resistía a que su identidad pasara a ser la de la masa. El grafiti tiene una naturaleza muy sincera, lo que viene a decir es: No soy una cifra más», explica.

El arte urbano goza de una gran representatividad en el sector del arte contemporáneo. De hecho, casas de subastas tan prestigiadas como Sotheby's no han dudado en incluir obras de artistas urbanos como Banksy en sus catálogos. Algo que nació como un arte «ilegal» y cuyos autores se veían obligados a ocultarse, con los años ha sido legitimado por la elite artística e intelectual. «Ya se habla de postgrafiti. Pero no creo que el arte urbano haya perdido su esencia. Todavía queda su espontaneidad y su carácter reivindicativo. Cuando pintas en un muro, lo invades, y obligas a los demás a que lo miren», explica.