Actos solemnes, conmemoraciones públicas, medallas de oro, representaciones de Plauto y Terencio, pronunciamientos políticos, investiduras doctorales... Y aún así, seguramente, nunca el Paraninfo de la Universitat de València había acumulado tanto poder como lo hizo ayer cuando pasaron por debajo de su gran candelabro de bronce Spiderman, el Capitán América, Iron Man, Wolverine, Hulk, Thor, Deadpool, los X-Men o los 4 Fantásticos.

Todos estos, y algunos más, estaban ahí gracias a la nueva Aula de Cómic -primer acto de la Cátedra de Estudios del Cómic que dirige el profesor de Óptica y divulgador Álvaro Pons-, y a Carlos Pacheco, Pasqual Ferry y el valenciano Rafa Fonteriz, historietistas españoles que trabajan para Marvel desde la década de los 90 y que ayer fueron los protagonistas de la mesa redonda sobre el 80 aniversario de la célebre editorial con la quedó inaugurado este nuevo proyecto académico.

En el paraninfo, los cuatro reflexionaron sobre el impacto en la cultura popular de estas criaturas surgidas de las cabezas y las manos de gente como Stan Lee, Jack Kirby o Steve Ditko, de la evolución de la figura del superhéroe desde que Antorcha Humana protagonizó la primera revista de la editorial, y de su actual éxito en el cine y en la «cultura transmedia».

«El superhéroe no es un ser granítico -subrayaba Pons minutos antes del acto en declaraciones a Levante-EMV-. Primero fue una mera traslación de las historia pulp, de ahí pasó al héroe mitológico que es Superman, de ahí al héroe frágil que es Spiderman, después el héroe comprometido que es el Capitán América, Batman el héroe oscuro de finales de los 80 y los 90».

Pese a la llegada a Marvel a partir de la década de los 90 de los historietistas europeos, los superhéroes son, por supuesto, un producto netamente norteamericano. «Es el justiciero que actúa allí dónde no llega la Policía», tal como lo definía Rafa Fonteriz, que junto a Carlos Pacheco está firmando ahora la serie de la Capitana Marvel,que en breve estrenará su propia película en los cines.

«Ha pasado de ser un vigilante a ser un militar -añadía por su parte Carlos Pacheco, cuyas manos han dado vida a personajes como Los Vengadores o a Los 4 Fantásticos-. Han pasado de ser un tipo que se toma la justicia por su mano, a ser un tipo sin identidad privada que trabaja para el Ejército».

Esta evolución del superhéroe muestra también su adaptación a la historia y a la política contemporáneas. «El cómic es arte del pueblo y para el pueblo, el arte que mejor ha reflejado lo que pasa en la calle -defendía Pons-. Pero la sociedad está cambiando muy rápidamente, demasiado para lo que las grandes editoriales pueden asumir».

En este sentido, Pacheco subrayaba que la Marvel que él conoció como lector en la década de los 60 «formaba más parte de la contracultura que de la industria pop, y por eso era más contestaria. Hasta el punto de que el Capitán América llegó a abandonar su identidad asqueado por Nixon y el Watergate». «Eso era consecuencia de ser una empresa que pertenecía a un mercado pequeño -argumentaba-. Hoy Marvel ya no es una editora de cómics sino una empresa dedicada a sacar productos comerciales que van a arrasar en todas partes. Está más preocupada en no molestar que en provocar chispazos»

En esta evolución del superhéroe ha sido decisivo la traslación de estos personajes al mundo del cine y el videojuego. «Cuando empezaron a salir los superhéroes, plasmarlos en la pantalla era imposible. El Spiderman de Nicholas Hammond, o Los 4 Fantásticos de Roger Corman, eran chapuzas. Ahora, cualquier cosa que imagines la puedes reflejar en una película, e incluso los videojuegos que son a veces mejores que las películas», destacaba Pasqual Ferry, que se ha encargado para Marvel de dibujar series como Thor o Ultimate Iron Man. Pero eso no ha supuesto generar más ventas de cómics».

«Eso es porque el aficionado al superhéroe no es lo mismo que el aficionado al cómic -concluía Pacheco-. Leía cómic tanto en cuanto el personaje salía ahí plasmado. Cuando ha habido otro medio que supera en espectacularidad y épica como es el cine o el videojuego se ha producido un fenómeno extraño que es que el cómic se ha convertido en una especie de merchandising promocional de la película, un motor para crear una expectativa».