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Entrevista

Juan de Pablos: «Siempre me he dejado llevar por las canciones»

El locutor se instala en València tras el cierre de «Flor de pasión»

Juan de Pablos. Fernando Bustamante

Se lo preguntaba Nick Hornby en Alta fidelidad: ¿escuchamos pop porque estamos tristes o estamos tristes porque escuchamos pop? Si hay alguien capaz de contestar a esa pregunta, es Juan de Pablos, locutor del programa de Radio Nacional «Flor de pasión», adalid de las canciones bonitas, melancólico de vocación. «Desde luego no estamos tristes por escuchar pop. A mí me da mucho optimismo, y sigo escuchando algunas canciones que suelen actuar en mí como un sortilegio. Lo malo es cuando te das cuenta de que ni siquiera esas canciones te sacan del hoyo. Entonces no hay salvación».

Juan de Pablos ha cumplido 71 años, se ha jubilado y se ha venido a València, donde vive parte de su familia, donde tiene unas cuantas tiendas de discos favoritas y donde intenta salir de una depresión «que viene y va». «Estoy aquí reponiéndome de una crisis muy grande -explicaba ayer-. Podríamos decir que es el tercer intento. Tengo varios años de recaídas, pero la culpa la tengo yo sólo. No hay ninguna chica que me trate mal ni nada de eso. Hago balance de lo que ha sido mi vida y veo que ha sido un desastre».

Sentarse y hablar con Juan es un gustazo, aunque si uno es periodista se tiene que enfrentar a un torrente de recuerdos, vivencias y emociones que van llevando la entrevista por cientos de caminos imposibles de encerrar en una página de periódico. Empieza a contar el origen de su actual tristeza y recuerda una mudanza que emprendió hace seis años y que le llevó a sus libros de Camus, Sartre y Simone de Beauvoir. De ahí pasa al personaje de Alain Delon en El silencio de un hombre y llegan Boris Vian, Serge Gainsbourg, Jacques Brel y aquella canción que decía que uno nunca cambia, simplemente se acostumbra. «Yo no he conseguido esa capacidad de camaleón. Me considero un inadaptado, mi familia ya lo decía». Y, otra vez, la mudanza. «Hacía balance, me encontraba con las manos vacías y me vino una depresión muy grande. Me superponía con mi compañera, que era todo temperamento. Se le puso en la cabeza cambiarme, y ya era imposible. Una vez pasas de los 50, eres como un árbol que ha empezado a inclinarse y torcerse. Me acuerdo de un tema de los Rolling, 'Creció torcido'. Me llega al alma ese título».

Y de nuevo los recuerdos. Su infancia en Cáceres, enamorado de Gloria, la criada que le cantaba «Viajera» de Lolita Garrido. De ahí a Pamplona, donde «era como un marciano», donde tomó una primera comunión decepcionante porque no iba vestido de mariscal y donde empezó a ser consciente de su debilidad por la música. También fue donde empezó a jugar a fútbol, la primera gran pasión de la que cayó rendido en Zaragoza. Allí Juan estudió en los jesuitas donde demostró que era un eficiente «extremo» sobre el campo, un buen barítono en el coro y un talentoso estudiante de latín. «Tenía que haber cogido letras. Tenía un dominio que no era normal. Pero el batiburrillo familiar me decía que las letras eran para las chicas, que no tenía porvenir, que tenía que hacer ciencias» .

Los años de Zaragoza fueron fundamentales. «Me marcaron porque me pilló la adolescencia y la juventud. Ya era un mocito. Fue la época crucial, la que tomas decisiones€ Y yo tomé todas las malas decisiones habidas y por haber, incluso a sabiendas. Lo hacía todo al revés». Y hacer las cosas al revés incluyó años después hacer radio porque fue un sustituto, no de su poco interés por las ciencias y ni siquiera de la pérdida de vocación religiosa cuando uno de los jesuitas dijo en clase «que todo lo que nos habían enseñado no valía para nada». El subidón que sentía Juan cuando empezó a sentarse ante un micrófono sustituyó la «plenitud» que encontraba «cuando marcaba un gol y levitaba. El fútbol era mi válvula de escape».

Ahora ya no tiene la radio para escapar, pero sí la música. «Seguiré haciendo pinchadas porque lo que me apetece es poner discos, no hablar», asegura el locutor que ha subyugado a varias generaciones de adictos a su pasión y a sus silencios. «Eran los discos los que me tiraban de la lengua, siempre me he dejado llevar por las canciones». Tras anunciarse que «Flor de pasión» cerraba, el propietario de una sala de conciertos en València publicó en Facebook la foto de decenas de cassettes con fragmentos del programa que grababa para su novia. «Me quedé extasiado cuando me lo enseñaron», confiesa. Aun así, asegura que no es consciente de cuánto han influido su criterio y actitud en miles de amantes del pop. ¿Seguro? «Bueno, "in the back of my mind", como la canción de los Beach Boys, hay un rinconcito que dices "pues puede ser". Ese feedback me da la vida».

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