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Roca Rey redobla el pulso del Juli

El joven espada peruano, un clamor, rinde la Maestranza con una honda y emotiva labor y entra, de manera definitiva, en el corazón de Sevilla

Roca Rey redobla el pulso del Juli

El Juli y Roca Rey tocaron el cielo del éxito en la Maestranza de Sevilla con dos tardes de diferente estilo. El torero de Velilla de San Antonio consiguió su sexta Puerta del Príncipe tras una faena de poder, inteligencia y exposición. El Juli, por segundo año consecutivo, reunió sus mejores virtudes toreras y, esta vez, superó en salidas por el preciado umbral sevillano al maestro Curro Romero y Juan Antonio Ruiz, «Espartaco». Pero, atendiendo a las leyes naturales de la tauromaquia, este triunfo no debió ser concedido porque paseó una oreja -protestada por el público- tras pinchar una faena clarividente y templada antes de dejar una estocada entera. Después de lograr ese apéndice, que brindó a Manuel Benítez «El Cordobés», El Juli se arremangó con el boyante quinto, «Arrogante» de nombre, premiado de manera excesiva con la vuelta al ruedo tras mansear en los dos puyazos y salir descaradamente suelto del tercio de varas. La esencia de esa labor fue extraer el buen fondo del garcigrande con quietud, saber, poder y raza apabullantes y, tras una euforia desatada, impropia de la Maestranza, salió a hombros por una puerta grande que se concebía como la más difícil de descerrajar en el planeta taurino.

Al día siguiente, Roca Rey no se quiso quedar atrás y entró de lleno en el corazón de Sevilla con «Encendido», un gran toro de Núñez del Cuvillo. El efecto de la tauromaquia del joven peruano es indomable e imprevisible. Una convulsión eléctrica en medio de una plaza abarrotada que colgó el cartel de «No hay billetes» en la taquilla. La clave es su concepto, arropado por el valor sereno en todo momento: con 22 años es capaz de desconcertar a los puristas con arrucinas y pases cambiados por la espalda intercalados y, en la misma labor, gustar a los más exigentes con el toreo fundamental, tan clásico como arrollador. Pólvora y hondura, látigo y seda, épica y lírica a la vez. Solo cortó dos orejas en ese sexto, a pesar de que el público le pidió el rabo. En su primero no mató bien y el presidente, de manera acertada, no concedió el trofeo pero, esta vez sí, la tarde del joven peruano había tenido el calado de Puerta del Príncipe, un hecho que sube el termómetro de la ilusión en la fiesta de los toros.

La labor a ese «Encendido» tuvo aires de figura grande. Con el aplomo y la suficiencia de los que tienen claro el objetivo de mandar en el toreo. La fibra, el reposo y la profundidad de los que saben torear, con el compromiso y el mando de los marcan la historia. El triunfo aplastante del viernes superó su faena al sobrero «Soleares», de casi 600 kilos en 2017, -la primera vez que cortó dos orejas en Sevilla- y a «Jara», también de Victoriano del Río, el año pasado en el Domingo de Resurrección.

La capacidad, el valor, la disposición, el talento y el poder son aptitudes que pocos jóvenes son capaces de reunir y que, en la figura de Roca Rey, confirman su compromiso frente dos toros de diferente condición y casta el pasado viernes en la Maestranza.

Para los amantes de las estadísticas, es la tercera vez que el espada peruano sale a hombros por la puerta de cuadrillas de la Maestranza y la segunda vez que ha cortado dos orejas a un toro en Sevilla. En su debut como novillero, frente a utreros de Villamarta en 2015, cortó una y una, y al mencionado sobrero de Victoriano del Río en 2017 también le cortó las dos orejas.

El toreo clásico de Morante, con siete verónicas como verdades absolutas, también emocionó a Sevilla con esa genuina marca de serie que es la torería y deja instantes que quedan interiorizados para siempre.

Y en la victorinada celebrada ayer en el coso del Baratillo, destacó Emilio de Justo en su debut como matador de toros en esta plaza ante un exigente tercero, con el que consiguió pasajes notables a base de valor sereno y técnica perfecta, llevando al animal cosido a la muleta y consiguiendo los muletazos más despaciosos de lo que llevamos de feria.

El extremeño demostró su sitio y colocación impecable, en la que los toros no tienen más remedio que romper a buenos o cantar su condición a las claras.

Ante el que cerró plaza, brilló con intermitencia por el pitón izquierdo dada la escasa condición del que cerraba plaza al que extrajo con sacacorchos naturales de una ejecución irreprochable. Esta vez sí, mató al Victorino de una estocada entera en todo lo alto y escuchó una merecida ovación.

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