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Salvar al underground valenciano

El IVAM cataloga los fanzines que desencadenaron la explosión del cómic en los 80 El museo celebrará en 2020 una gran exposición sobre la contracultura valenciana

Salvar al underground valenciano

En la Generalitat de Catalunya se han disparado las alarmas. Justo cuando se inaugura en el Museu Nacional d'Art (MNAC) la exposición «El Víbora, comix contracultural», que conmemora los 40 años del nacimiento de la icónica revista, la prensa recoge que el Archivo Lafuente de Santander ha adquirido 5.000 documentos originales y archivos de la flor y nata del underground barcelonés de los 70. Los fondos de la revista Ajoblanco y de creadores como Nazario, Miguel Farriol, Montesol, Pepichek y Roger e Isa han sido adquiridos por esta prestigiosa institución privada ante la inacción y desinterés de la administración catalana.

El propio Javier Mariscal, que vivió aquella época efervescente con un pie en València y el otro en la ciudad condal, ha reconocido que está en tratos con el Archivo Lafuente para que los fondos de su época underground, los años de los icónicos Garriris, sean también custodiados en Santander.

Como Barcelona, también València vivió su explosión underground en la década de los 70. Es la época Els Tebeus del Cingle, sello creado por el recientemente fallecido Ignacio Errando Mariscal, donde sus hermanos publicaron el fanzine En Ciclopedia. Es la época de A Valenciaa, el tebeo autoeditado por el padre de Cobi, y de cabeceras marginales como Ademuz Km 6, aparecido en 1975 para ser vendido en un macroconcierto rock celebrado en ese punto de la carretera de entrada a València. En aquel fanzine participaban falleros, escritores, pintores y escultores, y dos dibujantes que luego encabezarían la histórica «línea clara» del cómic valenciano en los 80 como fueron Sento y Micharmut, compañeros de generación de otros históricos como Manel Gimeno, Mique Beltrán, Daniel Torres o Capi.

«Esa generación del cómic de los 80 no hubiera existido sin los fanzines con los que habían empezado unos años antes -explica Álvaro Pons, coleccionista y uno de los expertos mas reconocidos de la historieta en España-. Fueron publicaciones muy importantes porque reflejaban una contracultura muy particular y con diferencias especiales respecto a Barcelona. Allí el underground era muy seguidista del modelo americano y en València era más festivo, más lúdico, más ligado a las raíces. Ademuz Km 6 o lo que hacía Mariscal incluso en Barcelona, aportaban una visión diferente que tenía mucho más que ver con Pumby que con Robert Crumb».

Pons es responsable, en parte, de que el patrimonio del underground valenciano se quede en la ciudad. En 2017 donó al IVAM su colección particular de unos 4.000 fanzines de todo el mundo y de varias épocas, incluyendo la València del postfranquismo. Obras efímeras y mal impresas sobre papel barato, de las que nunca se editaban más de 500 ejemplares y que, como reconoce Pons, no nacieron para estar en un museo. «Es como poner un tigre en una jaula de periquitos -ejemplifica-, pero hay que hacerlo así porque es un material inestimable para entender la cultura de un país».

«Entre la década de los 60 y los 80 en España, y en la Comunitat Valenciana en particular, se vivió un momento de efervescencia cultural en la que el underground o contracultura jugó un papel fundamental -añade el director del IVAM, José Miguel G. Cortés-. Para que haya una gran producción cultural tiene que haber gente que la haya hecho frente a través de cosas más modestas pero igual de significativas. Lo importante no es el formato sino la calidad, nosotros en eso no hacemos distinciones».

Esa política fue la que llevó al IVAM a aceptar la donación de los 4.000 fanzines de Álvaro Pons y a conceder una beca para catalogar esa ingente cantidad de obra impresa. «Tan importante era recibirlo como catalogarlo -subraya Cortés-. Lo que ha ocurrido en Barcelona podría haber sido peor en València. Allí alguien, aunque sea de fuera, se ha interesado. Peor hubiera sido que se perdiera o se quedara olvidado o, como ha ocurrido más de una vez en València, que esos documentos, esos cómics, esas obras, hubieran acabado en la basura porque quien las hereda no conoce el valor que tienen. Una de las funciones del museo es preservar y cuidar la cultura para las generaciones posteriores».

La labor de catalogación le ha correspondido a Eduardo Guillén. Lleva dos años en ello y ha catalogado alrededor de un 70 % de la donación que hizo Pons. No está siendo fácil. Guillén tiene que localizar autor, fecha, lugar en el que se editó el fanzine y otros datos de unas publicaciones que, por su naturaleza, no tienen ni ISBN ni depósito legal. «Hay días que puedo catalogar 20 o 30 fanzines, pero otros en que si no encuentro suficiente información, ni consultando a los expertos o incluso contactando con los autores, puedo pasarme la jornada entera con un solo fanzine», explica.

Entre los alrededor de 4.000 fanzines (la cifra no la puede precisar ni el propio Pons) se conserva una parte importante de la «historieta» contracultural que se desarrolló en la València de los 70. «Localizar y catalogar estos documentos está siendo muy emocionante -explica Guillén-. Casi todo lo que se publicó lo conocía de vista, pero tocar con tus manos la colección completa del Gat Pelat, por ejemplo, es una maravilla. O el Bzzz, de Sento y Micharmut. Yo nací en 1980, no viví esa época, pero sí he crecido con la colección del Tirant de Sento Llobell y he jugado en el Gulliver que diseñó él. Me siento muy cercano».

«Lo que hay del underground valenciano en la colección del IVAM no es ni de lejos todo lo que se publicó, hay mucho que descubrir aún -indica Pons-. Pero es imposible porque no hay listados de lo que se publicó ni manera de saberlo. Son revistas y cómics que se hacían para conciertos o que se compraban bajo mano en las cafeterías de la universidad y que acababan de cualquier manera. El problema no es adquirirlo, sino saber que existen».

Para Cortés, que la futura «fanzinoteca» del IVAM incluya las obras de los jóvenes Mariscal, Micharmut, Gimeno, Sento, Beltrán, Torres o Capi supone un valor añadido al museo valenciano. «Fueron años fundamentales para entender la historia reciente del arte y la cultura en València. Aquí ocurrieron muchas cosas, hubo mucha producción artística, películas fantásticas, libros sobre temas que hasta entonces no se habían tratado, carteles. El germen de artistas hoy reconocidos como Miquel Navarro, Carmen Calvo o Rosa Torres está en esos años y sin ellos no se puede entender su obra posterior».

De hecho, y según ha anunciado Cortés a este periódico, el IVAM inaugurará en febrero de 2020 una exposición dedicada a la contracultura valenciana, que estará comisionada por el ensayista y profesor en en la universidad Oxford Brookes,Alberto Mira. Incluirá muestras de cine, pintura, perfomances y, por supuesto, cómic.

En cuanto a los fanzines, además de la futura «fanzinoteca», el reto es digitalizar la colección y ampliarla. «La idea es que podamos ir recibiendo nuevas donaciones, plantearnos poder acoger archivos de autores como hace el Archivo Lafuente -explica Pons-. Ya he contactado con gente como Manel Gimeno, que estuvo en todas las iniciativas que se hicieron en València en esa época y está dispuesto. Pero antes tenemos que acabar lo que hemos empezado».

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