L'Horta vivió una jornada muy especial el martes. Ricard Camarena convocó a un centenar de personas para simbolizar el inicio de un nuevo ciclo agrícola mediante la quema de los rastrojos de las alcachofas de la temporada pasada. El acto se celebró al anochecer, en medio de un campo de la pedanía de Mahuella.
Al evento estaban invitados el equipo del cocinero, los agricultores que cultivan sus campos, vecinos del pueblo y casi nadie más. Hubo pocas palabras y muchos gestos, casi todos espontáneos: la quema del rastrojo, un sentido cant de batre en defensa de L'Horta, albaes improvisadas por los vecinos dedicadas al cocinero?
Fue un evento muy íntimo, casi familiar, que simbolizaba muchas cosas. Entre otras, el compromiso con el territorio, el respeto hacia la cultura popular valenciana y los lazos personales de un equipo que funciona como si de una familia se tratara. Desde hace más de un lustro, Ricard Camarena ha situado la huerta de València como eje identitario de su cocina.
No es postureo. Ricard mantiene un compromiso muy fuerte con la agricultura y los productores valencianos. Tiene establecidos contratos verbales (que aquí son ley) con varios agricultores de la huerta para asumir toda la cosecha de sus campos con la condición de que los productores utilicen las variedades y los métodos de cultivo que el cocinero decida.
En el mundo del conservacionismo eso se llama custodia del territorio (una fórmula mediante la cual una ong, una institución o una empresa privada asume los costes de la conservación de un pedazo de tierra más o menos grandes). En el mundo de la cocina, es la primera vez en España en la que un cocinero asume una responsabilidad con el productor de una forma tan decidida.
Pero los más importante son los valores que respiraba el acto. Ver a esos cocineros que hoy son la vanguardia de la gastronomía española cantando codo a codo con los agricultores de Meliana canciones de El Botifarra nos confirma que podemos luchar por el progreso sin despegarnos de nuestra cultura y nuestras tradiciones.
