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Literatura

Jordi Llobregat: "El escritor debe evitar volcar sus mierdas en una novela"

Tras el éxito de "El secreto de Vesalio", Llobregat vuelve a las librerías con un thriller

Jordi Llobregat: "El escritor debe evitar volcar sus mierdas en una novela"

La segunda novela de Jordi Llobregat (València, 1971) cruza varias fronteras. Quizá la más evidente sea la que separa España y Francia por los Pirineos, en la que se localiza No hay luz bajo la nieve (Destino), su segunda novela tras la exitosa El secreto de Vesalio, que ya ha sido traducida a 19 idiomas. Pero hay otras fronteras más sutiles que el lector también va cruzando desde que aparece el primer cadáver con los parpados cosidos con un alambre y una P marcada en la frente, hasta la resolución del misterio. Ahí está, por ejemplo, la frontera entre la novela negra, la de misterio e incluso la histórica; la frontera entre lo real y lo aparentemente sobrenatural; la frontera entre el pasado y el presenta e incluso la frontera entre la belleza y el horror de una montaña nevada.

«La montaña tiene una cosa genial: es muy bella y muy bonita pero, de pronto, se puede volver peligrosa y acabar con nuestra vida -explica Llobregat-. Un ejemplo son las ventiscas, el viento blanco, estar un día fantástico en la montaña y de pronto hay un cambio de viento que levanta la nieve en polvo que te acuchilla la piel, baja la temperatura de golpe y si no encuentras un refugio en una hora, te arrasa, te mata, te congela».

Y así, entre ventiscas, se presenta una protagonista con vocación de continuar más allá de No hay luz bajo la nieve. Se trata de la subinspectora Àlex Serra, una policía en horas bajas y en busca de redención. «Hay arquetipos de los que es difícil salir -reconoce el autor-. Si te pongo a un personaje que es feliz con su familia y que no tiene ningún problema, se ha acabado la novela. Toda buena historia tiene un buen conflicto. La cuestión es qué conflicto, qué le hace diferente».

Después de disparar a un compañero durante un ataque de pánico, Serra ha sido trasladada a los Pirineos para ocuparse de un asunto delicado. Un cuerpo ha sido hallado en la instalación en obras de la nueva estación de esquí Vall de Beau con la que se presenta la candidatura hispano-francesa para los próximos Juegos Olímpicos de Invierno. La resolución de este y otros asesinatos con cadáveres con la P marcada en la frente no parece sencilla, aunque el verdadero desafío al que se enfrenta la subinspectora es su pasado, representado en una montaña inmisericorde, un entorno opresivo y dominado por los secretos y los recuerdos de su hermana desaparecida.

En la trama de N o hay luz bajo la nieve la montaña actúa como un personaje tan importante como el de Àlex Serra. En este protagonismo de la naturaleza, reconoce Llobregat, hay mucho de novela policiaca escandinava, pero también de del terror de Stephen King en El Resplandor, por ejemplo, donde el paisaje absolutamente hostil tiene mucho de metafórico.

«La novela obviamente es un thriller, pero a mí los géneros me gusta mezclarlos. -señala el autor-. Hay una trama histórica muy importante y también hay elementos que juguetean con el terror, aunque siempre de forma sutil. Esas influencias están ahí. Tenemos esos entornos de soledad, de nieve blanca que nos lleva a lo bello e inmaculado, pero de pronto le echas una gotita de sangre y ya?».

A través de la protagonista, Llobregat también toca dos conceptos sobre los que le gusta escribir: la culpa y el remordimiento. «Todos arrastramos alguna culpa y, sobre todo, algún remordimiento -afirma-. A todo el mundo le gustaría volver al pasado a cambiar alguna cosa. Y hay algunas personas, no muchas, que esa cosa que hizo le ha marcado la vida, como le pasa a Àlex».

Pese a esto, cabe advertir que no nos enfrentamos a una novela psicológica sino a un misterio de corte clásico de esos que van envolviendo al lector a través de capítulos cortos y efectivos. «Necesitamos que las novelas sean equilibradas -señala Llobregat-. Yo he abordado aquí cosas muy personales, pero tengo que convencer al lector que habla de él y no de mí. Todos los novelistas volcamos cosas que somos nosotros, en el protagonista pero también en el malo. El asesino mata como yo lo haría. Pero debes evitar volcar tus mierdas. No hace falta que cuando te estén leyendo, te estén leyendo a ti».

Esa búsqueda del equilibrio también se percibe entre el paisaje y el paisanaje. «Trabajo mucho los personajes, los grandes y los pequeños -subraya-, porque el thriller necesita buenos personajes». Además de Àlex Serra, en No hay luz bajo la nieve -que Llobregat presentará el jueves en la Fundación Bancaja-, destaca el papel de un teniente de policía francés (Jean Cassel) que colabora en la investigación, y de una rica heredera (Béatrice Dalmau) víctima de una terrible enfermedad y recluida en una mansión.

Y en paralelo a ellos y a la trama de los crímenes, otros dos personajes protagonizan una historia ambientada en el año 1965: Raquel y Ezra, dos jóvenes de origen judío y trabajadores de una colonia industrial.

«Estaba trabajando las tramas, documentándome y necesitaba una trama del pasado. Fue cuando me encontré con la historia de la huida de los judíos del nazismo a través de los Pirineos. Leí que murieron más de 15.000 personas y me di cuenta de que fue una tragedia humana acojonante. Imagínate: niños pequeños, bebés, ancianos, mamás... Todos vestidos con ropa de ciudad, caminando o desplazándose en carretones, perseguidos por los gendarmes y la guardia civil y en un momento también por la Gestapo e incluso por un destacamento noruego trasladado hasta allí a propósito para perseguir a judíos, maquis, soldados».

Las rutas que siguieron los judios para escapar a través de España de los nazis también forman parte del paisaje de la novela, al igual que otros espacios singulares como la mansión de Béatrice, el Monasterio de Sant Marti de Canigó, la Línea P de bunkers y defensas construida durante la Dictadura y una antigua colonia industrial.

«Las colonias tienen una idiosincrasia muy especial: amos poderosos apadrinando a la gente, trabajadores ahí encerrados que compraban en la tienda del amo para lo que pedían dinero al amo que acababa en manos del amo. Lugares muy endogámicos y cerrados. Ahora muchas están abandonadas y es una experiencia visitarlas. Los sitios abandonados me encantan, saber que ha habido vidas ahí, ilusiones...».

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