Mati Fominaya, fundadora de el restaurante Casa Manolo, falleció el pasado jueves 2 de enero y su funeral se celebrará hoy sábado a las 11:00 horas en la iglesia de Daimús pueblo.

Con Mati despedimos un modelo de hostelería en el que restaurante y familia giraban alrededor de la matriarca. Mati aterrizó con su marido y sus hijos (Juan Carlos y Manuel) en Daimús en el año 1985. Allí inauguraron un chiringuito que pronto se convirtió en el alma de la playa. Sobre las espaldas de esta mujer pequeña y enjuta cayó todo el trabajo de la cocina de un restaurante que nunca dejó de crecer. Para cuando sus hijos tomaron su relevo, Casa Manolo era ya un sólido grupo empresarial. Luego, Manuel Alonso conseguiría una estrella michelín que siempre vinculó al esfuerzo de sus padres.

Quienes conocemos bien esa casa sabemos que el trayecto del chiringuito a la estrella michelín se recorrió con el esfuerzo de unos padres que volcaron toda su vida en el éxito del negocio. En verano se multiplicaban en horarios interminables reuniendo un capital que durante el invierno serviría para una nueva mejora o una nueva ampliación. En mis largas sobremesas en esta casa he oído un sinfín de anécdotas de unas décadas que fueron durísimas pero que toda la familia recuerda con cariño.

Pero de quien más y mejor he oído siempre hablar es de Mati. Clientes y amigos me hablan siempre de su carácter generoso, su trato afable y, sobre todo, de sus capacidad de trabajo. Su marido me recordaba un día cómo una noche de verano tuvo que sacarla la Guardia Civil del restaurante. Eran las cuatro de la madrugada y los agentes vieron luz en la cocina. Temiendo un robo, entraron y se encontraron con la buena de Mati trajinando entre pucheros. La convencieron para apagar el fuego y la escoltaron hasta su casa para asegurarse de que aquella buena mujer marchaba por fin a descansar.

Mati es uno de los últimos baluartes de un modelo que permitía que la cocina del hogar y la profesional se dieran la mano. Un modelo en el que el restaurante tenía algo de hogar para los clientes, y los clientes eran parte de la familia del restaurante.

A esas mujeres entregadas en Francia se les llama « mère» y tienen todo el reconocimiento de un país que presume con orgullo de la historia de su cocina. Aquí les debemos todavía un homenaje. También a Mati.