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Análisis

El IVAM como paradigma

El cambio en la dirección será insuficiente sin un proyecto conjunto para la museística valenciana

El IVAM como paradigma

Cuando Facebook recuerda donde estábamos hace uno, dos o tres años, hay dos alternativas, caer en la nostalgia o mirar adelante. Igual que el confinamiento, que ha servido de pausa para saber que cosas son superfluas, o para frenar en seco uno de los mejores momentos individuales. La cultura tuvo un gran protagonismo en las primeras semanas de la coronacrisis, había que llenar el tiempo en días de mucho miedo. Libros, series, cine, música y arte, se impuso el online. Pero según fuimos perdiendo el respeto al bicho, volvió la normalidad, no la nueva, la de siempre.

Con el IVAM ha pasado lo mismo, lo que es bueno, porque significa su viveza. Entró en nuestras vidas hace treinta años y mientras no dio problemas ahí estaba haciendo su papel. Cuando empezaron sus achaques judiciales, hubo una clase artística que casi reclamó su cierre. Y luego llegó José Miguel G. Cortés, gracias a un concurso publico convocado por la entonces consellera María José Català. En aquel tribunal figuraba, como en el aprobado el viernes, Manuel Borja-Villel, el director del Reina y una de las figuras más honestas y respetadas del mundo artístico español.

Está bien recordarlo, porque ahora que Cortés desprestigia la comisión avalada por el Consell Rector, si Borja-Villel fue independiente cuando ganó su plaza, vale lo mismo para la nueva convocatoria. Pero aún hay más. Cortés lleva días mal hablando de uno de los mejores especialistas del arte del mundo, el valenciano Vicent Todolí, que figura también entre el jurado. Poniendo en jaque su honestidad y su imparcialidad ante un hipotético voto a una candidatura que no se ha presentando y no sabremos si lo hará hasta que finalice el plazo.

Lo único claro es que la elección de Cortés fue legítima, igual que lo será la nueva, con el visto bueno del máximo órgano de gobierno del museo, no de la Conselleria.

Criterio

Cada cuál se retrata como quiere, aunque es urgente un máster para saber salir de las plazas públicas con dignidad tras cumplir con los servicios prestados. Pero se va a desaprovechar el paso a la siguiente fase del IVAM para poner criterio al conjunto museístico valenciano. Y eso no depende de los aspirantes a dirigir el IVAM, es competencia de Cultura, de Vicent Marzà.

Está bien conocer proyectos de los expertos, pero la persona que esté al frente del IVAM a finales de septiembre no tendrá la competencia para negociar con el director del MuVIM -en el caso que se retome el viejo proyecto-, ni mucho menos con el responsable del Centre de Carme -si se opta por la solución más fácil y conocida. Y si el espacio escogido es nuevo y de otra administración, o particular, será difícil ver la necesaria ampliación del museo en el próximo quinquenio.

Además, la Diputación de València sigue gestionando una competencia impropia, cultura. Era revelador ver como los dirigentes de Compromís, y algún despistado del PSPV, criticaban la desescalada pandémica por provincias desde sus sillones en la corporación provincial. En caso de coherencia, hace tiempo que los diputados provinciales de Baldoví deberían haber puesto al servicio del país, o sea del Consell, y por tanto de Marzà, el MuVIM, el Museu Valencià d'Etnologia, y el de Prehistoria. Llevan cinco años de retraso.

Lo mismo vale para el Consorci de Museos que se ha dedicado desde que llegó José Luis Pérez Pont a ser competencia del IVAM, con una declarada antipatía de ambos gestores. Por no hablar del Bellas Artes, dejado de la mano de quién sabe, y que también necesita una ampliación. Lo más sensato lo dijo en estas páginas el presidente de la San Carlos, la expansión natural es el Convento de la Trinidad.

El IVAM es uno de los portaviones de la cultura valenciana, pero precisa de un acompañamiento cómplice y leal. Eso es imposible con el cambio de una sola pieza.

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