Las obras iniciadas en Notre-Dame para garantizar la seguridad de la catedral parisina tras el incendio de abril de 2019 consiguieron retirar este martes todo el andamiaje quemado, que suponía una amenaza para la estabilidad del templo.

En total había 40.000 piezas con un peso total de 200 toneladas, la mitad de las cuales se encontraba a más de 40 metros de altura, según precisó en un comunicado el organismo público encargado de la conservación y restauración del edificio. Esos andamios se habían instalado para restaurar la aguja de la catedral, que estaba de obras cuando se desató el incendio, y aunque ese día resistieron la caída de la misma, quedaron deformados por el calor del fuego.

En todo este tiempo, los andamios "suponían una amenaza para la catedral", explicó en un comunicado el organismo, según el cual la operación para retirarlos, "inédita y particularmente compleja, fue minuciosamente preparada" y comenzó el pasado 8 de junio. El protocolo estableció que las partes más accesibles se desmontaran con la ayuda de una grúa y que especialistas que operan colgados de cuerdas se encargaran de cortar con sierras los tubos metálicos que se habían quedado fundidos unos sobre otros.

La misión de esos expertos finalizó a mediados de agosto y las plataformas elevadas les tomaron el relevo después. La operación concluyó este martes en presencia entre otros de la ministra francesa de Cultura, Roselyne Bachelot, y del presidente del organismo público encargado de las obras, el general Jean-Louis Georgelin.

La retirada de ese andamiaje permite ahora proseguir las obras para garantizar la seguridad de estructura de la catedral, que empezarán por la instalación de un "paraguas" provisional para proteger el crucero de las lluvias. La limpieza y la aspiración de las cuatro bóvedas adyacentes será la última etapa y facilitará que los arquitectos al frente de la conservación "afinen su diagnóstico" antes de empezar de verdad la restauración del templo parisino.

Las labores efectuadas hasta ahora se han visto frenadas por la contaminación por plomo desprendida de la fusión de las placas de plomo del tejado, fuertes temporales en otoño e invierno y finalmente la pandemia de coronavirus.