La artista valenciana Soledad Sevilla ganó ayer el Premio Velázquez por ser una «pionera en la experimentación con los lenguajes». El galardón que concede el Ministerio de Cultura, considerado como el Nobel de las artes plásticas, reconoce la trayectoria cada año de un artista iberoamericano. Según el jurado, Sevilla es merecedora del galardón «por su reflexión sobre diferentes tradiciones y culturas artísticas, que abraza e incorpora al presente, siempre en la tensión entre naturaleza y arquitectura».

La artista siente una predisposición por entender la luz y los materiales, lo que ha provocado que tanto la geometría como el espacio sean fuente de inspiración y centro de su obra.

La valenciana estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi en Barcelona. Entre 1969 y 1971 participó en el Seminario de generación automática de formas plásticas del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid, el lugar al que llegó el primer ordenador en España y que tuvo una intensa relación con el mundo del arte.

La trayectoria de la valenciana está repleta de reconocimientos y becas, como la de la Fundación Juan March (1979), la Beca Centro de Promoción de las Artes Plásticas e Investigación de las Nuevas Formas Expresivas (1980) y una estancia, entre 1980 y 1982, en Boston, tras recibir la Beca del Comité Conjunto Hispano Norteamericano para Asuntos Culturales. También realizó una estancia en la Universidad de Harvard, donde inició una nueva línea de investigación en torno a «Las Meninas» de Velázquez. En 1993 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 2007 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. A su vuelta a España, realizó diversas instalaciones ambientales, todas ellas con un «marcado, pero sutil carácter pictórico», que plantearon una profunda renovación plástica.

Entre sus trabajos más destacados se encuentran la serie «La Alhambra», con el que constituyó un trabajo de reinterpretación del palacio nazarí. En sus sucesivas instalaciones y series pictóricas la luz se convirtió en el elemento central. En 1992 realizó en el Castillo de Vélez Blanco (Almería) una proyección sobre los muros desnudos del patio que permitió visualizar nuevamente el pórtico renacentista que actualmente está en el Metropolitan Museum de Nueva York.

La Fundación Bancaja de València acogió en 2019 la primera retrospectiva de la artista en su ciudad que incluyó piezas de sus series «Las Meninas», «La Alhambra», «Los Toros», «Insomnios», «Los Apóstoles», «Nuevas lejanías» y «Luces de invierno». Ese mismo año, la artista también «vistió» la fachada del IVAM con su instalación «El Patriarca». La obra hacía referencia a un recuerdo de su infancia, en concreto, a los azulejos geométricos que cubren la parte baja del muro del claustro de la iglesia del Patriarca.

Desigualdad

«Cuando todos mis amigos eran famosos, yo casi no podía exponer», comentó la artista tras el anuncio del galardón. «Ser mujer ha sido una desigualdad en el arte, pero eso afortunadamente ya ha cambiado y es igualitario. Ahora no hay distinción ni problemas, pero antes sí había muchas diferencias y era mucho más difícil: realmente, cuando ya todos mis amigos eran famosos, yo casi no podía exponer».

Sevilla señaló que no esperaba recibir un premio como éste a pesar de su amplia trayectoria, puesto que es «como el Nobel de las artes plásticas». Además, le cuesta reconocerse en la figura de pionera destacada por el jurado. «Eso fue hace 50 años y han pasado muchas cosas desde entonces, ahora me siento de otra manera», indicó.