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MÚSICA CRÍTICA

Jugar y tocar

Imagen de un recital de la Sociedad Filarmónica. sfv

Valiente propuesta de la SFV al incluir dos compositores poco habituales pero que valió la pena «descubrir» como representantes de la música centroeuropea de entre siglos, sin influencias de las nuevas estéticas de las escuelas rusa o francesa.

De los ocho movimientos del Trío Op. 83, del alemán Max Buch. bastaron los cuatro elegidos para degustar un trabajo riguroso y sobresaliente, tanto en lo individual como en conjunto. El cello de David Apellaniz voló alto y claro con el apoyo de su hermano Carlos al teclado, siempre diferenciado y rico de matices, ambos suficientemente prodigados entre el público valenciano. Fue el debut de Luis Fernández Castelló, gran clarinetista que ya tardaba en dejarse escuchar ante los socios filarmónicos. Su técnica le permitió abordar con seguridad la vertiginosa línea melódica cantando con aplomo el impecable fraseo.

También poco conocido, el vienés Alexandre von Zemlinsky, y su Trío Op. 3, obra primeriza que refleja la influencia de su admirado Brahms. Seguramente, abrir totalmente el piano difuminó el protagonismo del cello y especialmente del clarinete. No siempre resulta fácil calibrar la respuesta acústica de algunas salas que, a pesar de su imponente arquitectura, restan calidad sonora a las obras. Así sucede con el solemne espacio del Almudín. Otra obra de juventud, el Trío Op.11 en si bemol mayor, de Beethoven, los Apellaniz y Fernández Castelló consiguieron el mejor momento del concierto, «jugando» mas que tocando, y elevando la tensión musical con una emocionante versión del Adagio donde la comunión de los 3 músicos fue absoluta. Las variaciones del Allegreto final fueron resueltas con mucho calor y entusiasmo como correa de transmisión entre los músicos. Lastima los que partieron en el intermedio. Se perdieron lo mejor de la noche junto al bis de otro fragmento de Bruch.

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