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Las acequias son arte en el IVAM

La instalación "Com solíem..." de Asunción Molinos rinde tributo al agricultor como intelectual y "transmisor de saberes ancestrales", y a la huerta valenciana como sistema creado para la "paz social"

Las acequias son arte en el IVAM levante-emv. valència

Dice Asunción Molinos que «cambia la fe y cambian los frutos, pero el agua sigue pasando por los mismos sitios». La artista burgalesa ha entrado en las acequias de la huerta valenciana para sacar de ellas la creatividad, la astucia y la ciencia cultivadas durante siglos por los labradores y las ha revivido en el IVAM a través de 21 metros de muros de tierra prensada.

La exposición «Como solíamos...» se inaugura hoy en la galería 6 del museo y es el resultado de más de un año de trabajo de la autora de esta instalación que ha contado en la investigación y ejecución del proyecto con una treintena de colaboradores, desde el Tribunal de les Aigües y los ceramistas de Manises, a historiadores como Ferran Esquilache o entidades cívicas como Salvem l’Horta.

«El trabajo de Asunción Molinos reúne arte, ciencia y ecología y nos muestra cómo naturaleza y cultura están siempre íntimamente relacionadas», resumió la directora del IVAM, Nuria Enguita, durante la presentación de la muestra comisariada por Sandra Moros y que permanecerá hasta el 11 de abril.

«Com solíem...» es un tributo al agricultor como «intelectual», como «productor de conocimientos» y como «científico» que paga el precio más alto si sus cálculos fallan. También es un homenaje a la huerta como algo más que un paisaje nostálgico o que se pone de moda, advirtió ayer Molinos, que se refirió también a la mirada hacia lo rural que en los últimos tiempos se está ofreciendo desde distintos ángulos de la cultura.

Esto ha sido posible, dijo, gracias a que ha habido una generación de orígenes próximos al mundo al rural (como es su caso) que ha accedido a nuevos espacios. «Nos hemos colado gracias a la grieta que ha supuesto la educación pública y los feminismos», afirmó.

La exposición, indicó la artista, quiere darle a la huerta el «valor cultural y patrimonial» que puede tener una «catedral» y defiende el papel de los labradores como difusores de saberes ancestrales que son perfectamente válidos en la actualidad, añadió Molinos en referencia al papel que han jugado para seguir abasteciendo la ciudad en plena pandemia. «En el mundo solo hay dos ciudades que siguen siendo agrarias: València y Damasco», subrayó.

Molinos también quiere reivindicar en «Com solíem...» la construcción social realizada desde la época andalusí en la huerta de València. En la presentación de ayer la artista recordó que para las primeras comunidades llegadas desde África, que dan origen a la red de alquerías y acequias que se reproduce en la exposición, era tan importante construir un sistema que permitiese que el agua llegase a sus cultivos como construir al mismo una «paz social» que no interrumpiese ese suministro.

Esa necesaria proporcionalidad entre aguas y tierras se representa en la exposición con una decisión tan sutil como llena de significado: el ancho de los muros es igual que el que tienen las acequias y que permite un reparto de agua equitativo ajustado a las necesidades del labrador. Por cierto, una medida (52 centímetros) igual a la que utilizan en sus riegos los agricultores del Nilo, con quienes Molinos también ha trabajado durante años.

Pero la exposición también es una advertencia al futuro de esta actividad ancestral, una advertencia que Molinos realiza desde la representación del pasado continuo que aparece en los muros de tierra.

En los estratos de los bloques se van sucediendo desde piezas cerámicas (realizadas para la ocasión en Manises, algunas de ellas reproduciendo versos de origen andalusí) a conchas de animalitos, raíces secas, sacos de tela y botellas de plástico. Inspirada en la «Tira de contar», donde los labradores valencianos siguen vendiendo directamente los productos de sus huertas, en la parte superior de la galería la muestra se compone de decenas de cajas de plástico azul llenas de escombros y hortalizas fosilizadas. La imagen no invita al optimismo.

«Soy hija de labradores de un páramo cerealista y mi visión sobre la huerta valenciana, en ese sentido, es externa, pero al mismo tiempo soy del gremio. Los problemas de los agricultores de una geografía y otra son los mismos», destacó la autora, en cuya trayectoria ha reflexionado sobre el uso de la tierra, la arquitectura nómada, las huelgas de los campesinos, la burocracia sobre el territorio, la transformación sobre el trabajo rural o el comercio internacional de alimentos.

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