La historia del joven indio Kamal Singh parece traída de un guión de Bollywood: de orígenes muy humildes, descubrió el ballet con 17 años y sus dotes naturales para la danza y la visión de un profesor argentino le han llevado hasta la Escuela del Ballet Nacional de Reino Unido.

Una tarde de 2016, sin saber qué era el ballet o la música clásica, Noddy, como le llaman sus amigos, se presentó en el Ballet Imperial Fernando, la escuela de la compañía de ballet más prestigiosa de Nueva Delhi. Había visto la película de Bollywood «Cualquiera puede bailar», plagada de bailes al más puro estilo indio, y se acercó a esa escuela que, aunque él no lo sabía, dirigía el mismo maestro que en la cinta: el argentino Fernando Aguilera.

Pero cuando Kamal se presentó, el profesor frenó su entusiasmo: «Lo siento, pero para ser bailarín es muy tarde», recuerda cuatro años después Aguilera. Sin embargo ese iba a ser el día de Kamal. El maestro Aguilera, un veterano bailarín del Teatro Colón de Buenos Aires, invitó al joven a tomar la clase de prueba para que no perdiera la visita. Y fue entonces cuando estalló la magia. «Comenzamos los ejercicios en el piso y dije ‘tenemos que extender las piernas un poco’, y él se abrió», y Aguilera estira sus brazos en un ángulo de 180 grados para ilustrar cómo Noddy logró esa tarde hacer movimientos que requieren una década de entrenamiento.

En esa misma clase, el innato bailarín dobló los dedos de sus pies hasta tocar el suelo solo con las puntas. «Su rotación era impresionante, la flexibilidad, su musculatura, era como si fuera de goma, y dije ‘¡guau!, a mí me tomó años alcanzar esa flexibilidad’. El ya la tenía, ya tenía su postura natural, ya estaba tan elegante como un príncipe, así que dije: ‘bueno, de acá no te vas’», rememora el maestro en los salones en los que aprendió Kamal y donde ahora hay pósteres con su imagen. «Era como si hubiera hecho ballet toda su vida», añade.

Sin embargo, en esa primera clase «me aburrí un poco», reconoce Kamal desde la Escuela del Ballet Nacional británico. Pero después de que el maestro Fernando puso los ejercicios en el centro, con muchas combinaciones de giros y saltos, entonces dije ‘estoy bailando’», cuenta Kamal, que ahora, al igual que su maestro, baila influenciado por la vaganova, el estilo zarista imperial evolucionado al calor de la Revolución Rusa.«El primer día el maestro me preguntó ‘¿quieres ser bailarín de ballet?’ Y le dije ‘sí señor, pero señor, no puedo pagar’», explica este hijo de un conductor de «rickshaw», el taxi indio de tres ruedas,. El maestro argentino convenció al padre para que le permitiese acudir a las clases. Y ahí arrancó su carrera.