Algo distinto. Eso pretendía hacer Carlos Goñi en el concierto íntimo que ofreció en el claustro de Sant Miquel dels Reis la noche del viernes. Después de explicar visiblemente emocionado y someramente la historia del recinto, el líder de Revólver propuso compartir con el respetable la responsabilidad de escoger el repertorio, como si se tratara de una reunión de amigos de esas en las que siempre hay uno que saca la guitarra. En realidad, no era otra cosa.

Comenzó con «El único espectador», dejando patente por dónde iba transcurrir la actuación. Un trovador de voz grave y rasgada tocando música tranquila para gente que tiene un pie en la cincuentena. Rock acústico y triste para puretas. Historias melodramáticas pero sinceras y sentidas sobre corazones dañados, destinos esquivos, vidas apaleadas y confesiones de amor. Springsteen, pero también Waits, Joel y Dylan. Historia viva de la música española sin más apoyo que unas armónicas, un pedal para matizar el sonido de su herramienta y una tableta con sus propias canciones para protegerse del tierno egoísmo de sus fans.

«Sara», le pidieron enseguida. Y él: joder. Pero la tocó, demostrando que el concierto era un ente vivo, animado por todos, sorpresivo, dinámico y cambiante. Algo especial, como demostraba la gente con sus lágrimas y ovaciones, aunque al principio parecía estar encorsetada por la timidez, causada quizá por la palpable cercanía del ídolo desnudo.

«Tu noche y la mía», con su atemporal mensaje de pasión romántica y su archiconocida melodía; la agridulce evocación del amor adolescente en «Campanilla» y, más tarde, «El peligro», elegida expresamente por este valenciano de adopción como ofrenda cómplice a sus incondicionales, calentaron el ambiente con la reconfortante energía de una buena fogata de campamento mientras el reloj corría y las peticiones se amontonaban. Y, de repente, y en la humilde opinión de este periodista que ni de lejos es aficionado a la música de Goñi, pero reconoce y valora sus méritos y su duro trabajo durante una carrera de más de 30 años, llegaron los dos momentazos de la velada. Una conmovedora «Dentro de ti», coreada por todos los asistentes, y «Faro de Lisboa» que, con su melancolía atlántica con aroma a salitre y fado, desató el vínculo emotivo entre artista y asistentes quienes, en una explosión de intensidad, cantaron una estrofa entera a capella.

«Lisa y Fran», gritaron luego. ¿Seguro?, es un poco lenta, dudó nuestro protagonista antes de obedecer. Tras una introducción sobre los peligros de la intolerancia acometió más tarde «Calle Mayor», tan lamentablemente actual. Al final, la oda a la clase obrera y a la nostalgia familiar que es «Eldorado», con la peña de pie, dejando claro el enorme cariño que profesan a un cantautor que, según confesó, lo único que pide a estas alturas es llenar la nevera tocando su música y continuar vivo.