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Absoluta Jurado

El ejercicio de apertura emocional de su hija Rocío ha vuelto a invocar el espíritu de esta estrella huracanada, icono de moda, feminista practicante, «progay» y, a su pesar, carne de prensa rosa

Absoluta Jurado

Era 1 de junio de 2006. Amador Mohedano Jurado, hermano y mánager inseparable de Rocío Jurado, anunciaba lo que miles de personas temían desde que, un par de años antes, le detectasen a la folclórica un cáncer de páncreas: «Rocío Jurado ha fallecido ». Tras una capilla ardiente en Madrid, su cuerpo fue trasladado a su pueblo natal, Chipiona, en Cádiz. Hasta 20.000 personas pasaron a verla: fue su último baño de masas, esos que tanto amó en vida.

Desde entonces, han pasado 15 años, y su nombre se resiste a abandonar el foco mediático. El duro testimonio de Rocío Carrasco ha devuelto el clan Mohedano al prime time y, por extensión, también a la cantante.

Estrella a los 16

Llenaba escenarios con su voz y su presencia cambió las reglas del juego. Fue icónica.. Y, obviamente, una artista de tal envergadura no se entiende sin una niña prodigio detrás. Sus orígenes están en Chipiona (Cádiz), en el seno de una familia que le inculcó el amor por la música de bien pequeña. No tardó demasiado en presumir de potencial. Ganaba cualquier concurso de canto al que se presentaba, hasta tal punto que le colgaron el mote de la niña de los premios.

Todo ese potencial era imposible de contener, así que ni esperó a ser mayor de edad para dejarlo todo y perseguir su sueño musical. Como ella misma cuenta, con 16 años ya se había subido al tablao El Duende, pionero en la copla madrileña y regentado por la cantaora Pastora Imperio, que le abrió las puertas al gran público y a las grandes estrellas del momento, que la subieron hasta lo más alto. No era ni tan siquiera una adulta, pero ya se movía como una estrella.

La nueva mujer folclórica

Su éxito joven no solo consiguió despegar su carrera, también un género que parecía tener los días contados. «En plenos años 60, cuando muchos daban la copla por agonizante, ella la mantuvo en el escaparate mediático con inconmensurable voz. Eso no quita que los años 50 no dieran voces tan grandes como las que más. Artistas colosales como Marifé de Triana o Gracia Montes que, sin embargo, no gozaron del estrellato más transversal que luego adquirirían Rocío Jurado e Isabel Pantoja», recuerda Luis Troquel, periodista musical.

Junto a la revolución de la copla, Jurado también sacudió la reduccionista concepción que tenía la sociedad española de lo que debía ser la folclórica, la artista y, sobre todo, la mujer. En ella convivía una innovadora dualidad: por una parte, un lado más tradicional (en sentido estrictamente musical, pero también personal. No olvidemos que pidió la nulidad matrimonial para volver a casarse, moderna pero católica); por otra, un espíritu rebelde que impregnó su figura de la explícita sensualidad del destape.

El gran ejemplo de este explícito alegato a favor de la naturalización de la mujer como objeto deseante es la canción «Amores a solas», cuyos versos se han convertido en un himno atemporal sobre la masturbación femenina. O la canción Ese hombre, que, como asegura Troquel, «se adelantó a Pimpinela en lo de reivindicar con insultantes adjetivos el despecho femenino. En pleno destape, lo suyo podría parecer peccata minuta, pero en realidad rompía todavía más. Era como si la esposa decente del antiguo régimen se soltara la melena sin pensar en el qué dirán».

Esta nueva mujer folclórica, sexual y empoderada traspasaba los escenarios y las canciones. A cada entrevista dejaba frases lapidarias, como su recordado «yo soy progay», que despertó carcajadas al soltarlo, pero que para ella era una reivindicación social. O cuando se definió como «feminista», es decir, «no en contra del hombre, sino a favor de la igualdad de la mujer».

«La novedad de Jurado es que fue explícita respecto al feminismo, algo tremendamente poco habitual», valora Lidia García, investigadora en Historia del Arte. Esta salida del armario demuestra la gran conciencia política con la que se comunicaba: «Ella tenía autoconsciencia sobre qué decía y por qué. Cuando afirma que es feminista, por ejemplo, es porque sabe que cantando ‘hace tiempo que no siento nada cuando lo hago contigo’ está logrando un avance femenino», concluye. Ni una puntada sin hilo.

Diva hispana y global

«Pocas figuras disfrutaban tanto sobre un escenario –cuenta Troquel–, en eso era alma gemela de Raphael. Como en tantas otras cosas. Lo que más les une es también lo que durante muchos años les separó: el arte de Manuel Alejandro. Concretamente, una canción suya. Como yo te amo la estrenó ella en España y, antes de que pudiera promocionarla internacionalmente, Raphael la hizo suya en América». Aunque más tarde cerraron las heridas, fue un gran golpe para Jurado, cuya proyección musical no se ceñía a España. Es con Manuel Alejandro que nacen algunas de sus canciones más populares y recordadas en todo el globo, como «Se nos rompió el amor», que la alejaban de la tradición más folclórica y le permitían innovar en un campo más pop y melódico sin abandonar sus raíces.

Durante toda su carrera, y de forma paralela, abordó tres grandes estilos: la canción melódica, la copla y el flamenco. Como afirma Troquel, «entre las grandes copleras probablemente ninguna haya cultivado el cante jondo tanto y con tanta propiedad como ella. Estrenó coplas ya inmortales y recuperó infinidad de éxitos de la República y la posguerra. Pero lo que más éxito le brindó fue sin duda la balada, con imagen y sonido más próximo al de otras damas de la canción del momento; italianas, francesas o latinoamericanas». Una versatilidad que le proporcionó tal proyección internacional que hasta la prestigiosa revista estadounidense Billboard lloró su muerte.

Es gracias a esta trabajada carrera artística, añade Lidia García, que Jurado «no ha quedado solo como un icono pop vacío, como una imagen icónica llena de frases míticas. Se sigue valorando su potencia artística más allá del imaginario colectivo y mediático y su trabajo sigue estando absolutamente presente». El personaje no ha matado a la artista.

Estrella de principio a fin, torpedeó la censura, se midió en el jondo y la balada y conquistó América.

Las letras explosivas, la sensualidad de su voz y los mensajes feministas crearon a una artista ígnea que, por consecuente, requería un armario igual de icónico, aunque, según el puritanismo de la época, erótico era la mejor palabra para describirlo: como recuerda la periodista Lorena G. Maldonado, sus escotes incluso provocaron que en 1974 una esposa de un ministro de Franco llamase a TVE quejándose de «esa vergüenza». Su ropa despertó la ira de los censores, pero también marcó un cambio de época. Demostró el flamenco se podía hacer igual de bien en un traje de noche que con una larga cola

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