Dice Sting que le estafaron con la compra de aquella propiedad en la Toscana que incluía caserón y viñedo. Bueno, ahora ya sabe cómo nos sentimos algunos de los que alguna vez hemos comprado sus discos. Puyas aparte, parece ser que en un principio sólo quería el castillo, pero que el aristócrata italiano que se la vendía, en un momento dado, le hizo la del chepa y él cayó en la trampa como un vulgar primo. El personaje le dio a beber un exquisito vino de los que, presuntamente, elaboraban en su terreno y el inglés, tragándose el anzuelo hasta la boya, no dudó en comprarlo también.

Resultó que el vino que le ofreció aquel liante era de otros lares y, en realidad, de las viñas que se quedó el ex Police se obtenía un calducho imbebible con el que los invitados a sus fiestas llenaban los maceteros. Los descendientes del timador contestan, con aristocrática retranca, que un caballero cultivado se hubiera percatado enseguida de la engañifa, a la manera de aquel «Charmless man» de Blur, capaz de distinguir un Burdeos de un Beaujolais.

Septiembre es el mes del vino. Las bodegas registran un trabajo frenético con el final de la vendimia y el inicio de los procesos de elaboración de este fabuloso elixir que ha inspirado mil canciones y que, desde los años ochenta, se convirtió en objeto de interés de las estrellas de la música. Sting no fue el único en interesarse por esos menesteres, ahí tienen los ejemplos de Lluís Llach o Serrat en el Priorat. En Michigan, Madonna cría, es un decir, buenos tintos y uno dulce superior. Por su parte, sir Cliff Richard sí que dobla el lomo en los viñedos y en la bodega que tiene en el Algarve portugués.

En California tenemos a Kiss, Carlos Santana y a Olivia Newton-John, mientras que Mick Hucknall, de Simply Red, da rienda suelta a sus fantasías vitivinícolas en Sicilia, bajo la etiqueta de Il Cantante. John Bon Jovi recibe muy buenas críticas por un rosado que elabora en el Languedoc y el mismísimo Ariel Rot respalda, aquí en Fontanars dels Alforins, el tinto ecológico La Huesuda, de Bodegas Los Pinos.

Otros músicos no se complican tanto con el morapio y prefieren, simplemente, bebérselo. El bueno de Ron Wood es un caso especial de sencillez y despreocupación. El integrante de bandas como The Birds, The Creation, Jeff Beck Group, Faces o Rolling Stones también es un respetado pintor, que entabló amistad a mediados de los ochenta con otro aficionado a la pintura, el actor Tony Curtis, quien tenía un piso en Londres que prestó a Ronnie por unos días.

El amante de Marilyn Monroe cometió un error: le dio al stone las llaves de la bodega, que albergaba medio centenar de botellas legendarias. Entre fiesta y fiesta, el guitarrista se las bebió sin saber muy bien qué se echaba al coleto, como demuestra el hecho de que le ofreciera al actor restituírselas una por una. Aquel día, Ron aprendió que hay vinos que tienen rango de obra de arte irremplazable, y Tony que una estrella del rock siempre tiene sed.