La discoteca ACTV, templ o de la música electrónica en València en tiempos de la Ruta, no podía menos que tener una imagen igual de potente que los ritmos que rebotaban entre sus paredes a orillas del Mediterráneo. Esa imagen ha traspasado el tiempo. Y, ¿qué es una imagen que soporta con dignidad y hasta con porte, el paso de los años? Un icono. A estas alturas huelga explicarlo. Precisamente, la imagen que Quique Company (València 1954-2005) creó para esta sala protagoniza la lámina que Levante-EMV entrega hoy en su colección «Iconos del diseño valenciano. Del 1930 al 2022», en colaboración con València Capital Mundial del Diseño y el Arxiu Valencià del Disseny. 

Lupe Martínez, viuda de Paco Bascuñán -inseparable amigo y compañero de fatigas de Company- asegura que «fue un gran acierto que Julio Andújar, dueño de la sala y amigo personal de Quique, le encargara la imagen de ACTV. No solo creó una imagen comercial, la dotó de un contenido artístico brillante y trascendió más allá de la mera publicidad de una sala de música y discoteca».

Para Martínez, que en 2016 se encargó de poner en pie una exposición en La Nau en torno a Bascuñán y Company, recuerda que «Quique era un pintor más que un diseñador y este trabajo le ayudó a tener una cierta disciplina de la que carecía totalmente y le ‘obligó’ a hacer obra artística en los carteles que realizaba. Y sobre todo le ayudó a tener una economía estable para poder vivir». 

Uno de los trabajos del diseñador.

De hecho, el trabajo que Company realizó para ACTV fue bastante prolífico y ocupó gran parte de su carrera. «La creatividad de Quique era inagotable. Hay cientos de trabajos que realizó en todos los formatos posibles. Desde carteles, a fanzines, camisetas, flyers… a cada cual más original y único».

En cada uno de esos soportes, el diseñador valenciano plasmó una «modernidad», según Martínez, que bebió de «referentes como Kraftwerk o el movimiento punk, muy desconocidos en este país, y que le inspiraron en sus creaciones». 

La marca ACTV se creó en 1986 y sobre las ideas en torno al nombre (siglas de Actividades Culturales Termas Victoria), José Juan Belda (miembro del estudio colectivo La Nave) estaba convencido de que «toda la idea era hacer un juego de palabras entre AC, de corriente alterna, y TV, como guiño a la televisión», recuerda Lupe Martínez. La marca surgió en un momento histórico en el que «o hacíamos lo imposible para salir de la oscuridad más absoluta de la que veníamos, una dictadura, o nos moríamos de aburrimiento. Era un deber para con el mundo de la cultura», sostiene la viuda de Bascuñán.

Bascuñán y Company trabajaron, junto a Luis González, los tres de La Nave, para crear la marca. «Después Paco y Quique siguieron haciendo diseño para ACTV y sus actividades. Y cuando Julio le contrató, Paco ya dejó el trabajo de ACTV. Pero nunca dejaron de trabajar juntos en proyectos artísticos. Seguían pintando, Quique más que Paco y a veces costaba distinguir la mano de uno y de otro en un cuadro. De hecho, en la última obra que hicieron conjuntamente ‘12 lienzos. La esfera azul’, es difícil distinguir quién hizo cada uno de los seis lienzos que le tocaron en suerte», recuerda Lupe Martínez.

Paco Bascuñán y Quique Company.

Icono de la modernidad

El paso del tiempo, sin embargo, no ha hecho que la imagen de ACTV haya caído en el olvido. Más bien lo contrario. Ha quedado en el imaginario de más de una generación: se ha convertido en un icono «por la calidad y la novedad del lenguaje gráfico utilizado en esos años en los que la modernidad en esta ciudad era la gran desconocida», dice Martínez.

Pese a la trascendencia de ese trabajo en la trayectoria de Company y lo recordado de esa imagen, Martínez cree que la obra del diseñador y amigo no ha sido lo suficientemente reconocido: «Quique era una persona muy sencilla. Nada ostentoso. Hacía su trabajo por mero disfrute personal. Nunca se prodigó en nada. Solo quería vivir tranquilo. La fama y el reconocimiento nunca fueron sus prioridades. Pero fue un artista magnífico». 

Martínez conoce bien cómo era Company en su trabajo diario. «Un caos. Y sin embargo era disciplinado cuando le entusiasmaba lo que hacía. Aunque nunca hacía nada que no le apeteciese». Tiene una mil y anécdotas con él y Bascuñán, quienes convivieron muchos años en el barrio del Carmen «en un piso destartalado, con goteras y con muebles recogidos en la calle. Lleno de lienzos, cartones y papeles reutilizados; mucho gouache, pintura plástica, sprays y letras de trepa». Aquella vivienda era una permanente «instalación». Había maniquíes encontrados por los solares o recogidos de alguna tienda que servían para realizar una performance cuando esa palabra ni siquiera estaba en el vocabulario de los artistas. Hasta con una cabeza de plástico y una cama se atrevieron con una instalación sobre los últimos día de Franco. «Todos los días daban el parte de cómo seguía Franco en su lecho de muerte», recuerda Martínez.

Pero, ¿cómo era Company en la distancia corta, como amigo? «El mejor», asegura tajante Lupe Martínez. «Era una dulzura de persona. Muy cariñoso. Muy amigo de sus amigos. Paco y Quique, tan diferentes, fueron los mejores amigos que he conocido. Se entendían a la perfección. Desde que se conocieron en la Escuela de Artes y Oficios, donde estudiaron, nunca se separaron. Fue una perdida personal muy dolorosa para Bascuñán. Y no, no murió de sobredosis ni nada parecido, tal como cuenta la leyenda popular. Él siempre andaba con un botellín de cerveza en la mano, eso sí. Esa era su mayor droga. Pero su hipertensión le jugó una mala pasada demasiado pronto», concluye su amiga.