La voz de Manuel Lombo sale de unas entrañas que borbotean limpias y jugosas como el agua fresca y rica, sonora y profunda. Mañana, día en que cumple 42 años, se presentará en Les Arts y manifiesta que le “encantaría” cantar a la Virgen de los Desamparados.

Actuar en Les Arts supone su debut en solitario en València.

Sí, estoy muy ilusionado, pero también siento extrañeza porque me parece increíble que se promueva un festival flamenco en València. Debe de haber más ciudades así. Realizaré un recital de cante ortodoxo, con los palos clásicos, salvo algunas canciones de Bambino que versionaré.

¿Qué le inspira València a un cantaor como usted?

En València no me siento extranjero. Me encanta el Mediterráneo y, cuando voy, me acuerdo de Sorolla y entiendo por qué pintaba esa playa, esos atardeceres. Su luz es muy especial y siento que me arropa. Además, actúo el día de mi cumpleaños.

Presenta el espectáculo “Cante y punto”.

El título lo dice todo y me centraré en interpretar seguiriyas, malagueñas o soleares. Me saldré de mi repertorio habitual porque yo no soy cantaor, respeto mucho el flamenco.

¿Por qué no se considera cantaor?

Me considero más un cantante que hace una incursión puntual en el cante. El flamenco requiere seguir una metodología de vida con mucho esfuerzo, trabajo y afición. Es decir, los cantaores viven por y para el cante y yo solo lo tengo presente en mi vida.

El flamenco requiere seguir una metodología de vida con mucho esfuerzo, trabajo y afición. Es decir, los cantaores viven por y para el cante y yo solo lo tengo presente en mi vida.

¿Cómo desarrolla la capacidad para interpretar flamenco?

Por mis estudios en la fundación Cristina Heeren. Soy conocedor de las raíces, que no son otras que el cante ortodoxo, los palos clásicos, y cuando llega un recital como el de València me conciencio para cantarlo.

¿Y cómo es esa concienciación?

Escucho flamenco a diario para asimilarlo. Cuando voy en el coche o cuando llego a casa. Y me fijo mucho en lo que cantan. Más que escuchar en sí a un tipo de cantaor u otro, la letra es lo que me tiene que transmitir. Por ejemplo, para preparar este concierto he escuchado mucho los fandangos de Chocolate, unos cantes de Cristina Tovar, la cantaora que viene conmigo, o los que hice de la Bienal de Málaga.

¿Qué te han aportado Naranjito de Triana y José de la Tomasa?

Son mis maestros. Naranjo me aportó la disciplina para aprender el cante tal y como era. José me enseñó la libertad del flamenco y aprendí mucho de su timbre porque tiene una técnica natural innata, una musculatura vocal única para colocar el cante.

El artista de Dos Hermanas confiesa que su referente es Enrique Morente, al que define como “un cubista del cante porque transgredía a partir de su sabiduría”

¿Cuáles son sus referentes?

Sin duda, Enrique Morente porque era el cubista del flamenco. Fue transgresor a partir de conocer la raíz. Como Picasso cuando pintó el toro del “Guernica”. Antes de llegar a él, pintó toros más naturales, más realistas. Entonces, Morente cogía una marcha de Semana Santa o una melodía árabe y hacía flamenco a través de su sabiduría. En la copla, me gusta mucho Rocío Jurado y, sobre todo, Juana Reina por su elegancia.

¿Y Bambino?

El objetivo de mi carrera es aflamencar las canciones populares, tal como hizo Bambino. Era una artista total por lo que transmitía, como Lola Flores. También era muy atrevido cuando elegía la letra porque cantó “soy ese vicio de tu piel” o habló de amores prohibidos en una época en la que no estaba bien visto.

¿Cómo es cantar en las catedrales?

Son conciertos de villancicos y tienen el sentido espiritual del nacimiento de Dios. Además, algunos cantes son salmos bíblicos, cánticos de Laudes concretamente. No era usual hacer ese tipo de conciertos y son los que dieron a conocer mi nombre. Ahora me encantaría cantarle a los Desamparados en València, es la única que me falta junto a El Pilar de Zaragoza.