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El violinista rebelde que dejó la ópera por Extremoduro

Strad presenta «Mundos opuestos», su primer disco con el que busca tumbar barreras

Strad el violinista rebelde, durante un concierto. | LUIS FILIPE

Jorge Guillén es un violinista que vive la música a su manera. De ahí su nombre artístico: Strad, el violinista rebelde. «Lo de ‘el violinista rebelde’ fue casi obligación de mi madre. Ella fue la que sufrió mi infancia más rebelde, y cuando se enteró de que íbamos a formar un grupo ella me dijo: ‘os tenéis que llamar el violinista rebelde sí o sí, con la infancia que me has dado’», confiesa.

Y lo de Strad, como cuenta, también fue un acto de rebeldía. «‘Strad’ es una revista súper purista de violinistas que me hacían leer cuando estaba en el conservatorio. Me decían que tenía que hacer todo lo que decía la revista. Yo la odiaba mucho, porque hablaba de la postura, de la técnica… y a mí me gustaba más hacerlo a mi manera. Entonces lo tomé como mi nombre para hacer completamente lo contrario que decía la revista», explica el artista.

El violinista rebelde que actuó el sábado en la Rambleta, presenta su primer disco «Mundos opuestos», en el que, además de temas propios, hay canciones «de la historia de la música, desde ACDC a Serrat». «Este viaje son todo experiencias, son anécdotas muy divertidas que hacen también que se rompa esa barrera entre el público y el escenario y nos riamos y disfrutemos, no solo con la música sino también entre la música», reflexiona.

Toda una vida rodeado de violines, Strad cuenta que empezó a tocar a los cuatro años con su abuelo. «Vengo de una familia de músicos y prácticamente desde que nací me mandaban indirectas. En todas las fotos de recién nacido salgo con violines al lado», comenta.

Tras años de conservatorio, Jorge Guillén decidió dejar de lado la música clásica y buscar nuevas formas más personales de hacer música. «Yo digamos que tenía mi plaza en la ópera de Madrid, en el Teatro Real, a gustito, con mi salario mensual, pero de repente descubro este mundo tan loco y tan diferente que es la parte del rock, con Extremoduro, que me muestran una pasión por la música muy diferente a la que yo había descubierto», recuerda. Y es que fue a raíz de una gira con el grupo de Robe Iniesta cuando al violinista se le despertó la curiosidad por explorar nuevos caminos.

«La vida me fue cruzando con diferentes artistas, estuve tocando con Ara Malikian, estuve girando con Extremoduro, con Los Secretos… Con artistas de estilos muy diferentes que me descubrieron un mundo que me encantó, y por el cual empecé a tomar ese camino diferente y hasta el día de hoy».

Esto se traduce en espectáculos «para los oídos y para la vista». Strad tiene una puesta en escena «con un montaje técnico alucinante», asegura. «Traemos lo último de lo último en cuanto a puestas en escena, no solamente con luces que se mueven sino que bajan, suben, giran, van ‘p’allá’, van ‘p’acá’… Hacemos una puesta en escena como podríamos ver en cualquier festival a lo grande, y lo metemos en un teatro». Y no solamente eso, a través del violín también van pasando por un diversos estilos musicales, y «hace que el público se meta en la música, que cante, que baile y que disfrute de un espectáculo».

«Mundos opuestos»

El nuevo disco de Strad busca ser un punto de encuentro entre las generaciones más mayores y las más jóvenes. El violinista asegura que «lo bonito de este espectáculo es que no tiene género ni edad».

El artista reflexiona: «Estamos acostumbrados a ir a la ópera y la media de edad es más alta, o vamos a un concierto más rockero y la media de edad es más baja». Y añade: «Este espectáculo, la magia que tiene es que cuando desde el escenario miramos al público, es un público súper variado, que disfruta igualmente ya vengan vestidos con traje que con ropa rockera, da igual. Junta a todo el mundo de todas las edades y todos los estilos y lo pasamos bien, que es importante en estas épocas tan complicadas».

«Mundos opuestos» es un espectáculo para todos los gustos, y en el que el público tiene momentos en los que se emociona, en los que grita, en los que baila, en los que canta… «Pasa por un montón de momentos muy diferentes pero todos ellos muy mágicos, y estoy seguro de que todo el mundo lo pasa genial», sentencia.

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