No sé si recordarás aquella temporadita que pasamos en casa, hace algo más de dos años, cuando nos limpiábamos el culo con los catálogos de los juguetes de Navidad porque no había papel higiénico en los supermercados. Que nos dio a todos por el yoga, la repostería y las series. Que a la una del mediodía ya ibas mona y te daba lo mismo cuántas horas se tirara el nano delante de la tablet viendo porno filipino. Sí, hombre, cuando te fisuraste una costilla dando una voltereta para aquel reto de internet que te propuso el jefe cuando lo del teletrabajo. Comprabas de poco en poco y por turno, con tu pareja o tus compañeros de piso, para poder salir de casa un rato. Ibas en chándal a pillar tu dosis de priva, aperitivos y guarradas variadas para mitigar el dolor del confinamiento, y te pusiste tantos kilos como un gorrino en la montanera. Menos mal que aquel pantalón tenía goma. No me digas que no lo recuerdas, a ver si ahora me va a tocar explicar la movida, como cuando cuento aquellos chistes de Fernando Morán y no se ríe ni Dios. Que no hace tanto tiempo…

Estuvo guapo, ¿eh? Menuda risión. Pues hubo peña que aprovechó el tiempo y se montó un grupo, y dejó constancia de todo eso que tú no recuerdas o lo escondes avergonzado. Se llaman Stay Homas y son tan genuinos de su época como la coctelería doméstica o la policía de balcón. Tres músicos que compartían piso en Barcelona y empezaron a componer canciones sobre quedarse en casa, lavarse las manos y echar de menos a la familia, las fiestas, los abrazos, los paseos y los conciertos. Empezaron actuando en su terraza después de los aplausos de las ocho y ya llevan dos discos largos y un montón de singles. El viernes estuvieron tocando en los Viveros, reencontrándose con esa juventud que adora su mezcla de rock, ska, reggae, hip-hop y cumbia, cantando en inglés, catalán y castellano con un morro superlativo. Están muy bien para ambientar un fiestón en una playa de Formentera o el anuncio veraniego de cerveza, y buscan afianzar su carrera con mensajes renovados. El jovencísimo público estaba en éxtasis, dando un colorazo a la primera noche de los conciertos de la Feria de Julio, este año sin sillas ni restricciones, que daba gloria verlo.

Antes que ellos, Suu defendió sobre el escenario su pop electroacústico limpio y agradable, con letras románticas y agridulces, aunque la noche más juvenil de Viveros comenzó con el cuarteto de Benimaclet Maluks. Cuatro chavalas que practican un potente mestizaje de machacones ritmos tecnológicos y melodías cálidas, buenas voces bien empastadas y mensajes sociales y políticos combativos, feministas, antifascistas y en apoyo de la cultura. Amas y señoras del tablado, demostraron que ya son más que una promesa y que, visto el entusiasmo de los asistentes, están dotando de discurso musical a una generación de valencianos y valencianas postadolescentes en busca de banda sonora para ambientar el importante recorrido vital que ahora empiezan.