Levante-EMV

Nino Bravo

50 años de la muerte del cantante valenciano

Voro Contreras | Víctor Rodríguez

El día en el que Nino Bravo murió


El 3 de agosto de 1973 Nino Bravo habría cumplido 29 años y lo hubiera celebrado en plena gira de verano, la que le consolidaría como uno de los cantantes en español más populares de todo el mundo. Quizá ese día el cantante valenciano hubiera soplado las velas de una tarta al acabar alguno de los muchos conciertos que había empezado a programar la primavera anterior, cuando le dijo a sus músicos que aprovecharan para estar con sus novias y esposas “porque después puede que no podáis pasar tanto tiempo con ellas”.

Una vez terminada la gira, Nino hubiera presentado su quinto disco, aquel para el que ya había grabado canciones tan espectaculares como “América, América”, dedicada al continente en el que ya era todo un ídolo y al que pensaba viajar ese mismo año. También planeaba actuaciones por varios países de Europa donde estrenar las versiones en inglés y alemán de sus mayores éxitos, e incluso en Japón, de donde le habían llamado para cantar como estrella invitada del Festival Yamaha Music de Tokio, el Eurovisión de Oriente.

Entre compromiso y compromiso, y entre viaje y viaje, quizá Nino habría tenido tiempo para escuchar las maquetas de jóvenes artistas valencianos cuyas carreras quería impulsar a través de su discográfica Brani, y para ultimar el diseño de esa discoteca retrofuturista cuya decoración se inspiraría en los relatos de Julio Verne, su escritor favorito.

Sí, el del 73 hubiera sido el gran verano en lo artístico y también en lo personal de Manolito, como aún le llamaban sus más íntimos. Su mujer Marie iba a tener a su segunda hija quizá en octubre, quizá en noviembre, una hermanita para la pequeña María Amparo. Y él incluso puede que se hubiera tomado un descanso para disfrutar de su familia en su flamante piso de la calle Bachiller de València, el que había comprado a finales de 1971 tras su triunfal gira por América.

Los últimos besos


Nada de todo eso ocurrió porque el 16 de abril de 1973 el BMW 2800 que conducía Nino Bravo, con su amigo Pepe Juesas de copiloto y con dos jóvenes músicos llamados Miguel y Fernando en el asiento de atrás, se salió de la carretera N-III a la altura de Villarrubio, en la provincia Cuenca. No les quedaban ni cien kilómetros para llegar Madrid, donde el cantante tenía previsto empezar a trabajar como productor del primer disco de Humo, el dúo que formaban aquellos dos chavales que le acompañaban en su último viaje.

Tal como recuerda Dario Ledesma, biógrafo del artista valenciano, en el libro “Nino Bravo: voz y corazón”, los cuatro ocupantes del BMW habían partido de Valéncia a las 07.30 horas de ese lunes de abril de hace ahora 50 años. La pequeña María Amparo dormía en la cuna cuando Nino le dio un beso de despedida en la mejilla. A Marie, su mujer, le prometió que le llamaría por teléfono cuando llegara a Madrid

Muerte en la ambulancia


A las 9.15 horas el cantante y sus acompañantes pararon en el Hotel Sol, en Motilla, para desayunar y reemprendieron la marcha poco después. A las 10.30 horas, al llegar a Villarrubio, el BMW de Nino se salió de la carretera, seguramente tras un despiste de su conductor. Miguel y Fernando apenas sufrieron unos rasguños y pudieron salir por su propio pie del coche. Pepe resultó herido de gravedad y tuvo que ser sacado de la destrozada parte delantera del vehículo porque los golpes que había sufrido en la espalda y el cuello le habían dejado medio cuerpo paralizado.

Pero la peor parte se la llevó Nino. Tras ser rescatado del interior del BMW por otros conductores que habían presenciado el accidente, fue trasladado con un coche particular a la clínica de las Monjas de la Caridad de Tarancón. Allí no tenían el instrumental médico necesario para atender las graves heridas que había sufrido el artista, por lo que fue llevado en ambulancia a la Ciudad Sanitaria Francisco Franco de Madrid.

Junto a él iba Fernando, el cantante de Humo, en cuyos brazos Nino murió cuando alrededor de las 12.00 horas el vehículo pasaba a la altura de Fuentidueña del Tajo. Al llegar al hospital, los médicos solo pudieron certificar el fallecimiento del intérprete de “Libre”.


Las últimas palabras que Nino consiguió decirle a Fernando antes de morir, según recoge Ledesma, fueron: “llamad a Suco, llamad a Suco”.


Llega la noticia


Una hora antes, a las 11 horas de ese lunes, en València, Vicente Moya “Suco”, antiguo líder de Suco y los Escorpiones y en ese momento hombre para todo de Nino, era despertado abruptamente por su madre. Le había llamado por teléfono Agustín García, presidente del club de fans del artista, para pedirle que acudiera urgente a las oficinas de Brani. Acababa de llamar Fernando para avisar de que Nino había tenido un accidente de camino a Madrid. Cuando a las 12.15 el miembro de Humo volvió a telefonear a las oficinas del cantante, un escalofrío recorrió el cuerpo de Suco.


—Suco... soy Fernando... estoy en Madrid... Nino... Nino... ¡ha muerto!


Suco fue el encargado de transmitir la trágica noticia a la familia del cantante. Lo hizo, cuenta Ledesma en la biografía, a través de Manu Martínez, cuñado del cantante.


“Tuve que ir a casa de Nino, donde estaba mi hermana Marie, embarazada de dos meses, acompañada de la madre de Nino, doña Consuelo. Cuando me vieron entrar por la puerta… creo que solamente viéndome la cara... que cada uno que se imagine cómo fue el panorama. Fue una situación muy triste y dura para toda la familia”, recordaba Manu muchos años después.


Impacto mundial


A las 13.00 horas, la muerte de Nino Bravo ya era conocida entre sus familiares y amigos de València y no tardó mucho en llegar a las emisoras de radio de toda España -y, después, de América- primero en forma de rumor (“Nino está herido”, “Ha muerto un famoso cantante español…”) y finalmente como la peor de las noticias.


“Recuerdo que llegué a mi casa de una gala, y Jesús Mariñas estaba al teléfono -contaba años después la cantante Cristina, compañera de Nino Bravo en el programa de Televisión Española “Pasaporte a Dublín”-. Le dije: «Perdona corazón, que acabo de llegar de viaje, ahora mismo estaba dejando las maletas». Él me contestó: «Pues menos mal que tú has llegado a tu destino, porque hay quien no ha llegado al suyo. Se ha matado Nino Bravo».


A las 15:00 horas, miles de telespectadores sintonizaron las noticias de Televisión Española y quedaron impactados ante el sorprendente anuncio del presentador Pedro Macía.


“El cantante valenciano Nino Bravo ha muerto esta mañana en un accidente de tráfico en las proximidades de Tarancón, cuando se dirigía a Madrid para realizar unas grabaciones”.


Ese mismo Lunes Santo otras 13 personas se dejaron, como el cantante valenciano, la vida en las carreteras españolas.

El último viaje


A las 22.00 horas aterrizaba en Barajas un vuelo procedente de València en el que viajaban Suco y Manu. El cuñado de Nino Bravo y su representante fueron directamente al Instituto Anatómico Forense para reconocer el cadáver. En València, relata Ledesma, su familia lloraba sin consuelo. El señor Manolo, el padre del cantante, se llevaba las manos a la cabeza con impotencia y preguntaba qué había hecho él para recibir el peor castigo que puede vivir un padre: el de enterrar a su propio hijo.


“De no haber sido tan católica, mi madre no hubiera podido aguantar lo que aguantó”, rememoraba tiempo después Consuelo Ferri, la hermana del fallecido.


No fue hasta las 15.00 horas del día siguiente, 17 de abril, cuando el furgón funerario con el cuerpo sin vida de Nino Bravo partía de Madrid con dirección al Cementerio General de València. Tras el furgón regresaban en otro vehículo Manu, Suco y los miembros del dúo Humo que años después aún recordaban las muestras de afecto que les transmitían en los pueblos por los que pasaba la comitiva fúnebre.

Un beso y una flor


Ya en València, más de 2.000 personas esperaban junto al Cementerio Municipal para recibir al cantante por última vez. La Policía tuvo que acordonar el pasillo de acceso a la capilla para facilitar el paso del féretro y evitar tumultos. Muchos de sus fans pasaron la noche allí para poder asistir al día siguiente al multitudinario funeral del ídolo caído, en el que se calcula que participaron más de 10.000 personas.


“Finalizada la misa, cuando se abrieron tos puertas de la capilla para sacar el féretro, nuevamente el público se volcó materialmente para llevar el cuerpo de Nino Bravo”, recogía la crónica del periódico Levante que se publicó al día siguiente. “La policía municipal -continuaba- se vio en muchos momentos imposibilitada para contener a la gran muchedumbre que se había congregado en el Cementerio. Fuerzas de la Policía Armada tuvieron que intervenir para evitar desgracias y ordenar el traslado del cadáver”.


A las 11 horas del 18 de abril, el ataúd con el cadáver era depositado en el nicho número 80 de la sección 7ª derecha del Cementerio Municipal de València. Antes, tal y como cuenta Dario Ledesma, Marie se acercó como pudo al féretro y lo beso varias veces. La esposa de Nino y su hermana Consuelo también depositaron una flor sobre la tapa del ataúd antes de que un empleado del cementerio cerrara definitivamente el nicho. Allí quedaba el cuerpo de Luis Manuel Ferri Llopis y allí nacía el mito de Nino Bravo.

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