Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Enrique Ponce se retira

El maestro de Chiva anunció anoche por redes sociales que "ha decidido hacer un alto en el camino" y abandona el toreo "por tiempo indefinido", después de tres décadas de dedicación

El torero de Chiva, en su última puerta grande en València. M.Á.Montesinos

Enrique Ponce ha dicho adiós a los ruedos después de tres décadas en activo: «En este momento de mi temporada taurina he decidido hacer un alto en el camino y retirarme por tiempo indefinido». Así, sin más, anunció a las diez de la noche de ayer a través de un escueto comunicado, sin que nadie se lo esperara, su punto y final a un carrera histórica, a la altura de las figuras más grandes de esta cultura de siglos como es el toreo.

Con la actitud de los que están en la vida para sellar pactos con la gloria, el maestro de Chiva, daba igual que tuviera 20 o 49 años —su edad actual—, se la jugaba cada tarde con una sinceridad de alta escuela para que nadie le arrebatara sus estadísticas, imposibles de suplantar ni copiar.

Su paso por el toreo es la revelación total de un concepto, con una hilo ortodoxo que arranca con Joselito El Gallo, pasa por Manuel Granero y desemboca en él mismo, y una ambición desmedida que parece exceder todas las posibilidades humanas. Porque Ponce es el torero de los récords.

«Cariño y apoyo incondicional»

«A quienes durante más de tres décadas me han acompañado», escribió en las primeras líneas del texto: «Lo primero que quiero es daros las gracias por su cariño y apoyo incondicional, en especial en este último año de pandemia en el que decidí defender la tauromaquia, tirar para adelante y devolverle al mundo del toro lo mucho que me ha dado», manifestó el maestro de Chiva para cortar de raíz una trayectoria precoz, que arrancó como niño prodigio en la Escuela Taurina de València, motivado por su abuelo Leandro Martínez, y ha terminado en la plaza de toros de León el pasado domingo junto al rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza y el diestro David Fandila, «El Fandi», donde lidió toros García Jiménez y cortó dos orejas en su primero y recibió una ovación en su segundo. Ese día vistió un terno de color blanco, la misma tonalidad que utilizó el día de su alternativa en la Feria de Fallas de 1990, fecha en la que recibió los trastos de torear de manos de Joselito, una de las máximas figuras de aquella época, y con Miguel Báez, «Litri», de testigo. El toro de la ceremonia fue un sobrero de Puerta Hermanos, de nombre «Talentoso», herrado con el número 21 y de 505 kilos, que el valenciano brindó a su abuelo materno, que llevó a su nieto a torear su primera becerra cuando contaba tan solo con 8 años y, dos años más tarde, a lidiar su primer becerro.

Primero en año covid

El año del coronavirus fue la temporada más corta en la historia de la tauromaquia pero Ponce, de nuevo, consiguió erigirse como el torero que más veces actuó, con un total de 16 corridas de toros. Una cifra que está muy lejana de la obtenida entre los años 1992 al 2001, con más de 100 corridas toreadas cada temporada, llegando a su máximo en 1995 cuando realizó 120 corridas. El matador también ostenta el récord de más toros indultado llegando a un total de 49 y el de más alternativas concedidas. Entre sus logro también destacan la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes, concedida en 2007, primer matador de toros en activo en lograrla y el Premio Nacional de Tauromaquia de 2017.

Nuevo noviazgo

Su retirada ha venido precedida por su ruptura matrimonial con Paloma Cuevas, después de 25 años de casados y dos hijas, y su nuevo romance con Ana Soria, una joven de 22 años que ha revolucionado su vida. Tanto es así que ha abandonado su pasión: el toreo.

Una estadística inalcanzable fraguada en una carrera de leyenda



El adiós de Enrique Ponce es la despedida de un diestro antológico, de una figura de época que se retira con unas cifras apabullantes. Aquel joven niño que inspirado por su abuelo Leandro comenzaba en su Chiva natal una carrera legendaria que le llevaría a los grandes ruedos nacionales e internacionales, dejaría en su tierra un registro inalcanzable. Se despide con 37 puertas grandes en la plaza valenciana, un registro épico e inédito, una prueba manifiesta del mayor honor para un torero que alcanzó las 119 orejas en casa.

Desde que apareciera por primera vez en el ‘cap i casal’ en una becerrada en un Domingo de Ramos del hoy lejano 1982, Ponce hizo en las corridas de su tierra realidad miles de sueños, los de aquellos que de forma deslumbrante guardaban como recuerdo imborrable cada uno de sus logros que le llevaron a salir, también por la puerta grande, en el gran escenario español, el de Las Ventas. Pero su leyenda venía fraguándose de mucho antes.

Durante la década de los 90, el torero valenciano convirtió la excepción de los números en virtud. Más de cien corridas anuales solo entre España, Francia y Portugal, un número solo superado por el de orejas que cortaba, le colocaron en un escalafón que quedará para la posteridad.

Porque tras una década de grandes y numerosas tardes, el nuevo milenio le traería cifras más bajas en número, pero no por ello una calidad menos exquisita en cada una. Se convierte en el sello de un diestro que se encuentra en su cénit, inagotable en un crecimiento que no cesa.

Pero su toreo aún encontraría un nuevo lugar de conquista al otro lado del charco. La fecha se grabaría a fuego: 6 de noviembre de 2005. En el coso de Insurgentes, la plaza más grande, Ponce culmina un año mágico con cuatro orejas y un rabo. Menos de un año después, es la Maestranza sevillana la que se rinde a los pies de un torero imborrable para la eternidad en la que siempre quedará su arte y sus cifras, inalcanzables.

Compartir el artículo

stats