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La puerta grande de Manzanares y Talavante, en imágenesGermán Caballero

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La excelencia de una tarde de toros

José María Manzanares corta tres orejas en una tarde en que tuvo delante a "Alfarero", un extraordinario ejemplar de Garcigrande – Talavante pasea dos orejas del sexto, de nombre "Babieca", otro buen ejemplar de la divisa salmantina

El cartel traía las viejas memorias de tres toreros veteranos con la percha de figura: las de Sebastián Castella, las de José María Manzanares y las de Alejandro Talavante. Acudir a él en la Feria de Fallasera atravesar antiguas estaciones, entrar a templos que, con más de quince años de alternativa cada uno, se habían perdido en lo absorto.

Y los tendidos, ese centro superior donde concuerda lo universal con lo íntimo, se poblaron en más de tres cuartos de plaza. Se llenaron de todas sus historias vividas años atrás y, quizá, de la ilusión de las que quedan por vivir. Llenazo en sol, que con esta bajada de temperaturas se agradece. Y buen ambiente en los tendidos de sombra.

Con esa imagen resplandeciente se comprendió que no hay nada más grande que una tarde de toros. Y más todavía cuando se ve embestir un toro como el segundo de la tarde. «Alfarero» de nombre, cinqueño, con 545 kilos y de la ganadería de Garcigrande. 

Bien se podría haber titulado la crónica el impacto de Manzanares. O la sorpresa de Talavante. Ahora que se les pide regularidad y continuidad a los toreros. Pero el que marcó verdaderamente la diferencia fue el segundo toro, que simplemente se dejó pegar en el caballo y de presencia fue excesivamente anovillado. Muy protestado de salida por la afición valenciana. Pero en la muleta fue un ejemplar de bandera. Extraordinario. Para soñar el toreo.

La clase de su embestida se abría paso como una bengala que iluminaba el futuro de la temporada de Manzanares. El ritmo era la mayor excelencia del burel, una hoguera de almíbar que podía haber hecho brillar al mejor Manzanares. Ese de la versión de «Dalia». Pero no. El torero alicantino no se mostró rotundo. Solo por momentos. Esos en los que se ajustaba al toro y lo llevaba hondo. Esos en los que cimbreaba la cintura, se apoyaba sobre los riñones y toreaba con la suerte cargada. Su expresión nacía de acompañar la embestida con todo el cuerpo y la gente rugía. Pero las series cortas que hilvanaba pese a la gran condición del toro no redondearon la labor. Los pases de pecho a la hombrera contraria tuvieron el sabor del mejor Manzanares. Pero solo eso.

La puerta grande de Manzanares y Talavante, en imágenes

Su mayor acierto: el temple, que fue la medicina definitiva para que el animal volara con el hocico a ras del albero con gran recorrido. «Alfarero» vino a demostrar que Justo Hernández es un gran artesano de la bravura. Porque el animal acabó siendo un superclase. Al natural, por donde Manzanares solamente dejó dos tandas, el toro mostró un mayor son. Por entrega, por ritmo y por duración, es uno de los candidatos a mejor toro de la feria. Murió en los terrenos de los medios. Donde mueren los verdaderos toros bravos. 

En el quinto, Manzanares supo sujetar la embestida de un animal flojo. Tuvo mérito su insistencia y hubo clase y gusto en su toreo, pero faltó, de nuevo, reunión. Un trincherazo y dos pases de pecho fueron de cartel de toros. Dejó una estocada baja y paseó una oreja con petición de la segunda que el presidente, correctamente, desatendió.

En el sexto, Talavante se encontró con «Babieca», otro gran ejemplar de Garcigrande para la muleta. Con más trapío y con un ritmo exquisito por el pitón derecho, el torero extremeño rindió la plaza de València. Esa mano derecha ha recuperado aquella alumbradora fundación de cánones clásicos del arte del toreo. Y todo ello después de la temporada pasada, febrilmente vivida con más negros que claros. Demostró que esa mano derecha es una de las más seductoras patrias de su tauromaquia. Una primavera de certezas súbitas que persuadió a los tendidos de la plaza de toros de València. Las bernardinas finales, ejecutadas de lejos, fueron el broche de oro. Dejó una buena estocada y paseó las dos orejas.

Sebastián Castella, sin suerte en su lote, pasó inédito en su vuelta a la Feria de Fallas. El envío del Puerto de San Lorenzo estuvo vacío de todo y cuatro toros (segundo, tercero, cuarto y quinto) fueron protestados de salida por falta de cara. Eso sí: la gente se fue feliz de la plaza. Y eso es lo más importante. 

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