J. J. Sanmartín, Buñol

Ha sido la trayectoria de Ali Manouchehri (Viena, 1986) diseñada por los golpes bajos que le ha dado la vida: la muerte de su padre a cuatro meses de su nacimiento, la expulsión de Augusto Pinochet a su familia y su posterior exilio a tierras austríacas, la lesión de turno... Un camino que ha intentado enderezar sobre el eje central de cualquier verde que se tercie. Aunque desde esta semana lo hará en el de Buñol, con el filial levantinista, con el que se ha comprometido hasta 2009.

De madre chilena y padre iraní, Ali abrió sus ojos claros a este mundo en Viena hace ahora 20 años. La madurez llamó a su puerta muy joven, quizá porque nunca llegó a quitarle las ruedas a las maletas, siempre de un sitio a otro, quizá por su temprana paternidad, quizá porque su juventud son recuerdos de charlas hasta la madrugada hablando de política junto con sus tíos, su madre y sus abuelos.

Precisamente su abuelo fue el que le adoctrinó en el mundo del fútbol construyendo una cancha al lado de su casa. Ali es el único de toda su especie que no habla tras un atril, porque su hermano Daniel ha sido candidato a vicepresidente nacional, su tía Marta Lobos es alcalde de Ovalla, la cuarta región de Chile... Todos de extirpe socialista. Ali no finta la satisfacción que le reportó conocer la muerte de Pinochet el pasado mes de diciembre: «Hay familias que siguen sin conocer el paradero de sus seres. Su muerte ha supuesto un gran alivio y también una alegría», admite.

Tras su efímero paso por tierras europeas, del que apenas recuerda «nada» y que está «eternamente agradecido» por su pasaporte comunitario, regresó a Chile con 4 años para jugar en Los Piratitas con 14. Allí Ali comenzó a mostrar su catálogo de facultades, hasta que llamó la atención del Coquimbo Unido, con el que llegó a jugar en la Primera División. Desde entonces la vida le ha venido rodada: habitual en la selección sub$2723, incluso citado por Nelson Acosta para la absoluta. En medio quedará su gol más importante, el que permitió que su equipo se clasificara a la semifinal del campeonato.

Sin embargo, otra adversidad le aguardaba. Un golpe con Marcelo Corrales provoca en el rostro de Ali una triple fractura y daños en el globo ocular. Desde entonces está obligado a emplear unas lentes de policarbonato, al puro estilo de Edgar Davids.

Ahora, desde la habitación de su hotel, Ali aprovecha las horas de asueto para buscar un piso donde vivir junto a toda su familia, que aguarda en Chile su llamada. Es el último en abandonar Buñol para recuperar la forma. Bajo la mirada de su hermano y de su representante observan a Ali correr en Buñol. La sede de una repatriación, en esta ocasión, no forzosa.