Desde luego, un aficionado al fútbol difícilmente sufrirá el llamado "síndrome de Stendhal" viendo jugar a las selecciones de Serbia o Eslovenia, pero si hay que elegir entre la belleza y los puntos, bosnios y eslovenos se quedarían con los puntos. La belleza es importante para el espectador imparcial. Los puntos lo son todo para selecciones como la de Serbia o la de Eslovenia.

El "síndrome de Stendhal" es una enfermedad psicosomática (palpitaciones, vértigo, confusión e incluso alucinaciones) que se puede producir cuando una persona se expone a una sobredosis de belleza artística. El nombre de este síndrome se debe al escritor francés Stendhal, que fue quien hizo la primera descripción detallada del fenómeno que él mismo experimentó en su visita en 1817 a la basílica de la Santa Cruz, en Florencia. No pretendo comparar el fútbol con Florencia (o sí), pero hay partidos tan bellos que pueden producir en el aficionado las mismas palpitaciones, vértigo y confusión que las obras de Giotto produjeron en Stendhal. El partido Alemania-Serbia no tuvo nada que ver con Giotto, por supuesto. Y el partido Eslovenia-Estados Unidos, tampoco. Pero no sólo de síndromes producidos por una sobredosis de belleza futbolística vive un Mundial. Y está bien que así sea. Sufrir tres colapsos estéticos al día sería demasiado.

Eslovenia y Serbia eran, hasta ayer, dos selecciones invisibles. La victoria de Serbia ante Alemania (supongo que ese resultado levantará la moral de la selección española: todos los favoritos pueden tropezar con su Suiza particular) y la insistencia de Eslovenia en no perder permiten echar un vistazo al fondo de armario de este Mundial y recordar que en un torneo tan grande y tan largo no todos los equipos son trajes de fiesta. En fútbol una victoria es la mejor manera de salir del armario. Así como Sócrates decía "habla, para que yo te vea", el fútbol dice "gana, para que yo te vea". Pero, a veces, ni siquiera es suficiente con ganar para hacerse visible. Hay que ganar a selecciones tan visibles como la de Alemania o al menos empatar con la selección de Estados Unidos. Alemania es siempre visible, porque se lo ha ganado a golpe de títulos. Estados Unidos es siempre visible, porque cualquier cosa que venga de Estados Unidos lo es. Estoy seguro de que un torero y un comunista norteamericanos llenarían más plazas de toros y más minutos de telediario que cualquier torero sevillano o comunista asturiano. ¿Y qué es la selección de fútbol de Estados Unidos, sino un torero comunista?

Serbia y Eslovenia existen, de momento, porque ganan o porque no pierden. Stendhal nunca habría dado nombre a un síndrome si en vez de pasear por la basílica de la Santa Cruz y alucinar con Giotto se hubiera sentado en un campo de fútbol sudafricano para ver jugar a serbios y eslovenos, pero la belleza es algo que ciertos equipos no se pueden permitir. Oscar Wilde podía pasarse todo el día decidiendo dónde debía poner una coma. Serbia y Eslovenia no pueden pasarse todo el partido contra Alemania y contra Estados Unidos decidiendo dónde deben poner las comas y los puntos. Hay selecciones para las que Stendhal y Oscar Wilde son extraterrestres del planeta Mongo, y esas selecciones prefieren una fea victoria ante los siempre competitivos alemanes o un seco empate ante los toreros comunistas de Estados Unidos a una pintura de Giotto o una coma bien puesta.

¿Se imaginan a Homer Simpson sufriendo palpitaciones, vértigo, confusión y alucinaciones en Florencia? No, claro. Serbios y eslovenos también prefieren rosquillas, hamburguesas Krusty, costillas y pizza en forma de sabrosos puntos. La pintura de Giotto y las comas de Oscar Wilde son para el verano.