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La distancia más corta entre dos puntos es una linea recta, una quimera cuando se trata de completar un recorrido a nado en el mar. Bien lo saben los 1.031 nadadores que participaron ayer en la Travesía Tabarca-Santa Pola, la joya de las travesías valencianas y una de las referencias del calendario nacional por muchos motivos. Hasta 130 nadadores desistieron en el intento, la mayoría antes de completar los dos primeros kilómetros. Esta vez no hubo suerte con la meteorología. Un fuerte viento del suroeste, y la consiguiente corriente en dirección a la isla, convirtió el mar en un salto de obstáculos, sobre todo al principio. "A partir del tercer kilómetro el mar estaba más calmado, pero el comienzo ha sido muy duro. Cuando hemos llegado a Tabarca en el barco, lo veía muy negro. La cuestión era superar esa barrera psicológica y tirar hacia adelante", explica Vicente, uno de los 901 nadadores que llegaron a tierra firme. En teoría, cubrieron una distancia de 5,9 kilómetros. Realmente, nadaron más de 8. Aquí no hay lineas rectas. Mar picado no sólo es igual a avanzar en zig-zag y a un mayor esfuerzo. Los tragos de agua salada son inevitables y el desayuno se revuelve en el estómago. Si la cabeza y el cuerpo responden, entonces sólo hay que pensar en bracear y disfrutar. La Travesía Tabarca-Santa Pola ofrece un aliciente único: Una pradera de posidonias, y algunos de sus habitantes, acompañan al nadador durante todo el recorrido.

Cubrir la distancia entre la única isla habitada de la Comunitat Valenciana (68 habitantes) y Santa Pola a nado se ha convertido en un privilegio. Su popularidad, con 17 años de recorrido, se ha disparado. De los cerca de dos mil inscritos este año, sólo la mitad pudo participar tras pasar la criba del concurso de dorsales, una fórmula que la organización utiliza desde hace años. De las 300 plazas de las primeras ediciones se han pasado a más de mil. La seguridad obliga al Club Natación Alone, padre de la prueba, a limitar el cupo.

La travesía de Tabarca es la madre de las travesías en la Comunitat Valenciana. No hay un nadador que hable mal de ella. Todo son piropos. "La organización es perfecta. Las barcas y piraguas te acompañan durante todo el recorrido, que está perfectamente indicado con bollas. Te sientes libre, como un pez, y a la vez seguro", explica Vicente, que se "enganchó" a la natación hace sólo tres años. Las horas de entrenamiento en piscina le permiten cubrir, sin apuros, grandes distancias como las de ayer. A las 5 de la mañana ya estaba en pie, nervioso, imaginando las sensaciones.

Los ganadores de la prueba, Guillermo Verdejo y Elena González, invirtieron 1:20 horas y 1.30, respectivamente. Si el viento hubiese soplado ayer de Levante, como es habitual, los participantes se habrían ahorrado una media de 20 minutos. Cruzar el Estrecho de Gibraltar implica recorrer entre 4 y 6 kilómetros más de la distancia real (14). Allí se forman las corrientes más fuertes del mundo. Palabras mayores.