"Un equipo como el Milan es ideal en pretemporada porque te destapa tus carencias", opinaba Djukic en la previa de la cita de anoche Mestalla. La fotografía del encuentro muestra a un Valencia que sigue sin ganar pero al que ya se le aprecia una evolución en combatividad y en fútbol, pero con una evidente falta de claridad (y suerte) en el remate, que el Milan, mucho más práctico y que ya impone solo con el peso de su camiseta, sí que tuvo para llevarse el partido. Se jugó con la ferocidad de un envite de competición oficial, que sólo el azar ha impedido que así fuera entre dos clásicos del fútbol europeo. Mestalla, que sabe que el camino será largo, aplaudió la entrega del Valencia, que no mereció perder y que, activado por el canterano Fede, tuvo media docena de ocasiones para remontar.

El Valencia saltó con las ideas muy claras. Con el ánimo de querer mandar, muy agresivo en el corte, con Javi Fuego ejerciendo de guardaespaldas discreto y eficaz. El asturiano es de esos jugadores que parece que pasan desapercibidos hasta para firmar autógrafos, pero que son imprescindibles en cualquier equipo. Se vio que en el Valencia persisten algunas buenas costumbres del tramo final del último campeonato. Banega estaba muy fino, no tanto físicamente pero sí en intenciones y atrevimiento. La primera del Valencia fue suya, cuando no se lo pensó para recoger un rechace tras una indecisión de Mexes y sacar un disparo seco y al primer palo, repelido por Abbiati.

El Valencia asediaba al Milan con centros al área y continuos disparos desde la frontal. Era un equipo mucho más directo. Djukic trata de inculcar el gusto por la elaboración paciente y el toque, pero en Alemania se exasperó cuando vio cuánto se entretenían sus jugadores en los trámites para pisar área y rematar. Mathieu, colocado de lateral, sorprendió luego desde el borde del área. Abbiati, que no está para muchos trotes, como la mayoría del marchito pero siempre competitivo plantel milanista, despejó como pudo. El rechace lo recogió de nuevo Mathieu, que buscó una réplica que se le quedaba en la derecha, por lo que Feghouli fue quien acabó chutando, alto. Mestalla, con los decibelios multiplicados con la ampliación de la Curva Nord, agradecía tanto entusiasmo.

Las únicas fugas venían por la la banda derecha, en la que Pereira y Rami no ajustaban bien el repliegue y Fuego no acertaba a multiplicarse por los dos. Por ese flanco se produjo la jugada del penalti, en el que Guaita, un cancerbero de corte clásico que no se prodiga en aventuras a lo René Higuita, se precipitó para asediar a Petagna en un balón que se iba a saque de esquina. El penalti lo chutó Robinho queriendo picar un Panenka - "cucchiaio", cuchara, en la versión italiana-, pero Guaita enmendó su error con un despeje rabioso. Mestalla rugió, pero el subidón de euforia quedó enfriado apenas dos minutos. Una pérdida en una entrega forzada en campo propio y pase a Robinho, que esta vez cruza con maestría ante Guaita, en el minuto 21.

Esa era la diferencia, la calidad en los metros finales, entre ambos equipos. El partido estaba vivo y de amistoso no tenía nada. Así se vio cuando el Valencia, concretamente Joao Pereira, no lanzó la pelota fuera con Robinho lesionado. El lateral siguió su carrera ya que Carbonell Hernández no había parado la jugada. Su centro fue rematado en semifallo pero casi gol por Jonas. Medio Milan se fue a cantarle las cuarenta a Joao, que ya se las había tenido tiesas con más de un "rossonero", y resistió empujones, agarrones e insultos con la cabeza alta, gallardo. El conato de tangana no fue a más.

Mestalla ya en esos momentos hervía y aumentó su ebullición con el gol anulado a Rami, por un presunto fuera de juego tras un remate de cabeza imperial. Nadie batía ayer al Valencia en voluntad, con Feghouli sacando esa chispa que no se le apreciaba desde su renovación, pero continuaba faltando claridad en el remate final.

El Milan, a lo suyo, no perdonaba sus ocasiones. En el 37, tras una serie de rechaces desgraciados (un despeje de chilena de Rami que impacta en su cara, una posible falta sobre Guaita), el balón acaba en los pies de De Jong. El holandés, con el mismo pie que clavó en el pecho de Xabi Alonso, envió esta vez el balón a la escuadra de Guaita. Un golazo.

En la segunda parte, el Valencia, igual de luchador, continuaba sangrando en cada contra rival, en la que se olía el drama. Pero el Valencia nunca se iba a rendir. En el 53, un pase colgado de Jonas fue recogido por Alcácer, entregado como el que más. El torrentino aguantó a los centrales y le entregó el gol servido a Parejo. Quedaba más de media hora. Alcácer, al que parece que sólo le faltaba convicción para superar el vértigo porque condiciones le sobran, casi empata al avanzarse al primer palo en un centro de Mathieu. En el tramo final Djukic revolucionó el once. El Valencia encerró al Milan, que con todo su repertorio táctico y tocado de algo de fortuna, defendió la renta. Como muestra, los dos disparos al larguero del chaval Fede, exponente del nervio que empieza a tener, por fin, el proyecto de Djukic.