El proyecto «Gloval» del Valencia con ese nombre fue presentado por el presidente, Amadeo Salvo, el pasado mes de mayo está amenazado por el pobre rendimiento del club en el terreno de juego. Por su decepcionante forma de jugar al fútbol, su producto final. Los malos resultados, la pérdida de confianza general en el entrenador y en la plantilla por la evidente involución del equipo, resultan una pésima noticia para el ideario de los nuevos gestores de la entidad de Mestalla. Así, coinciden desde los distintos frentes del entorno del Valencia, no hay forma de encaminar un proyecto destinado a la revalorización de su marca. A encarecer el producto, la verdadera obsesión de Salvo y sus consejeros para darle vida a un club en decadencia económica, social y deportiva. Hoy, con el Valencia anclado en la zona media-baja de la clasificación de la Liga BBVA, con un juego indefinido y sin futbolistas referentes sobre el campo con los que alimentar la ilusión de su gente, el club de Mestalla es una sociedad con valor a la baja.

Si sus acciones cotizaran en bolsa, el Valencia estaría tasado en el mercado a un precio inferior al del pasado mes de junio, cuando Salvo asumió la presidencia del club. Todo, porque sobre el césped las cosas no funcionan. El pesimismo envuelve a una sociedad que vive la peor crisis económica de su larga historia. Está pendiente de refinanciar las deudas de su máximo accionista (85 millones) y la suya propia (250) con Bankia.

Si la Generalitat Valenciana diera algún día el visto bueno a la venta del Valencia a la espera de que el TSJ de la Comunitat Valenciana decida devolverle o no su condición de avalista del préstamo que convirtió a la Fundació VCF en máximo accionista en 2009, hoy le resultaría más difícil encontrar un comprador. Lo mismo le ocurriría a Bankia, legitimada a pignorar las acciones del Valencia ante el impago del préstamo por parte de la Fundació. Si el máximo acreedor se sentara hoy a negociar en un despacho el traspaso accionarial del club de Mestalla, el interesado tendría razones para el «regateo». No es lo mismo comprar un club de fútbol en un estado de equilibrio que adquirir uno agobiado financiera y deportivamente.

La consigna de los nuevos responsables del club, y de la Fundació, ha sido distanciarse del pasado y abrazarse al futuro dando por descontado que el equipo iba a cumplir mínimamente las expectativas sobre el césped. Si la pelota no entra, todo se complica. El club no puede, como quería, centrar sus esfuerzos en la búsqueda de inversores en el extranjero y retomar las obras de nuevo estadio. Antes hay agua que achicar en Mestalla ante la pésima respuesta de los futbolistas y la falta de confianza en el técnico. La atención, además, no sólo está centrada en el entrenador. El fuego se ha extendido al director deportivo, Braulio Vázquez, a quien parte de Mestalla pidió su cabeza el miércoles tras la derrota ante el Almería. Hay, por tanto, asuntos transcendentes que atender para poner orden en el club y satisfacer los deseos de la afición. Hay un incendio que apagar.

Con este panorama, inevitablemente, el VCF pierde valor. Las posibilidades de que el Valencia juegue la próxima temporada la la Liga de Campeones, la competición que le reportaría entre 15 y 20 millones para oxigenar su economía, son ya muy remotas. Y el equipo vaga por los campos de fútbol sin transmitir ninguna identidad. Salvo, que se encuentra estos días en China para negociar con distintos inversores y acercar la marca VCF al continente asiático, ha transmitido, de momento, su confianza en Djukic y en los futbolistas. Pero sabe que este no es el camino para darle valor a la marca. El empresario formó un consejo de administración de profesionales especializados en «marketing» y en la búsqueda de inversores.

La plantilla se reúne sin la presencia del entrenador

Prueba de la preocupación que reina en el seno del valencianismo es la reunión que ayer mantuvo la plantilla, sin la presencia de los técnicos. No estaban en ella ni Miroslav Djukic, ni sus técnicos ayudantes. Los jugadores, antes del entrenamiento, llevaron a cabo una especie de catarsis en la que evaluaron los errores propios y en la que no ocultaron cierta ansiedad por cómo anda el equipo, según adelantaba anoche la Taula Esportiva de «Nou Radio».

Demasido cerca de los puestos de descenso y con la sensación de que la crisis de juego se agranda por momentos, todos los futbolistas del Valencia CF entonaron su mea culpa particular, emplazándose a obrar ya el cambio en el próximo partido contra el Getafe. Obligados por el club a guardar silencio, la reunión trascendió más de 24 horas después de que ésta se celebrara.