Es la vieja región de la Frisia holandesa, de hermosa y ricas tierras donde pacen tranquilas vacas y ovejas autóctonas, cruzada de canales, ganada en buena parte al mar del Norte, un lugar donde el juego de pelota representa una parte irrenunciable a su identidad como pueblo.

En Frisia tienen un idioma propio, que se parece al holandés algo así como el valenciano al castellano: un idioma que es de enseñanza obligatoria en la escuela, junto al holandés y al inglés, que aquí, jovenes y viejos dominan todos a la perfección. Tienen idioma, tienen juegos y deportes tradicionales, y tienen sus campos de pelota autóctona, con «quinzes i ratlles», como en los pueblos de l'Horta y de La Marina.

Tienen esa identidad a la que no renuncian pero se trata con un esquema mental que no les impide compatibilizarlo con su pertenencia al Reino de los Países Bajos. Sin duda han influido en todos ellos una historia de resistencia común a más de una invasión de pueblos extranjeros, como el que impusieron por estos lares los soldados españoles del duque de Alba, de triste recuerdo para los naturales. Nos dicen que la pelota holandesa ha sufrido un duro golpe por la caída del banco de Frisia, que era el patrocinador principal de la Federación de este deporte. La ruina de esta entidad, engullida por Rabobank, el gigante de la banca holandesa, ha sido un duro golpe. «Ahora sólo tienen dinero para el patinaje y el ciclismo, la pelota es poca cosa para gentes que vienen desde Amsterdam y no entienden de sentimientos...», afirman los dirigentes. Y claro, uno no puede evitar la comparación con el proceso de las cajas de ahorros valencianas. Los hechos son tan graves que el edificio donde se ubica el hermosísimo museo de la pelota ha sido embargado. Ahora, las gentes de este deporte aceleradamente se han puesto en marcha para tener preparado en abril un nuevo edificio, donde lucirán, sin duda, pelotas de vaqueta valencianas, camisetas de nuestras figuras, libros editados en tierras valencianas, y de cualquier región pelotística del mundo.

«Vienen a aprender»

En esta Frisia han sabido rentabilizar lo que ellos llaman el «turismo de la pelota». La Champions de Llargues que finaliza hoy en Berlikum, un precioso pueblo donde brota por todas partes su amor a la tradición, a los deportes, a la cultura, ha reunido a los mejores clubes del continente. Es importante ganar, pero mucho más que el resultado final, aquí lo que tienen todos claro es que lo sustantivo es proseguir con este camino que no permita sepultar en los cementerios de la historia esta tradición. Es milagroso que, contra mil dificultades compitan y hermanen en este deporte gentes llegadas desde el sur de las tierras valencianas, con gentes de la entrañas euskaldunas, de La Picardia, de la Valonia, de Flandes y de Frisia. Sólo han faltado los pelotaris de La Toscana. Kersken, actual campeón europeo es el gran favoritos. Los valencianos y los vascos «vienen a aprender».

En 2018, aprovechando que la capital de Frisia, Leuwarden, será capital europea de la cultura, volverán las selecciones nacionales de los países europeos que mantienen este deporte a llenar de historia las calles de esta hermosa ciudad.