El fútbol base es un reflejo de lo que vemos en el fútbol profesional, lamentablemente. Se está convirtiendo en una especie de mercadeo constante que lleva a los niños y niñas a cambiar de equipo constantemente, a veces motivado por falsas promesas de clubes que lo único que quieren es ampliar plantillas y hacer más y más equipos de fútbol base. No les importa sacar a un chaval de su entorno a base de falsas promesas de mayor competitividad o nivel (en el mayor de los casos), utilizando como gancho la alabanza hacia el padre o madre, quien en ocasiones se deja engatusar por su sentimiento de orgullo.

Es fácil buscar culpables en este ambiente. Por un lado están los clubes. Pero por otro, y con mayor responsabilidad si cabe, están los padres. Desde el CD Serranos queremos hacer una reflexión en voz alta, dirigida a los padres que tengan hijos en categorías inferiores en cualquier club, incluido el nuestro, por supuesto: Dejen jugar a los niños en un ambiente educativo, disfruten de sus hijos y dejen trabajar a los clubes. No piensen solo en el hoy y piensen también en el mañana.

Los futbolistas profesionales viven muy bien, tienen todo tipo de lujos. La televisión y los medios de comunicación en general, así como también las redes sociales, nos presentan al futbolista como el prototipo de persona triunfadora, a todos los niveles.

Iniesta ha comentado en infinidad de ocasiones que no desea a nadie pasar lo que él pasó con 12 años, lejos de su familia, sólo, con gran sufrimiento, y con una falta de muestras de afecto constante por el simple hecho de estar alejado de su familia. Iniesta ha llegado a lo más alto, pero una lesión, un mal movimiento del tobillo, una mala entrada del rival, un virus en la planta del pie a los 16 años, o un entrenador que optara por el balón en largo en vez de por la posesión, e Iniesta habría caído en el más absoluto olvido, como tantos y tantos niños y niñas que prometían a los 12 años. Y se hubiera llevado, además, ese sufrimiento extra de haber estado alejado de su familia durante los años más importantes de su maduración.

Lo más común en las escuelas de fútbol, sobre todo de ciudades y de su área metropolitana, es que los padres lleven a sus hijos/as a las famosas «pruebas», alardeando de las hazañas conseguidas en sus equipos, palabra ésta última - «equipo»- que queda en el olvido por completo, intentando despertar cierto interés por parte de otros clubes y, sobre todo, dando a conocer al chaval o a la chavala. No son pocos los padres que a día de hoy llevan a los clubes vídeos de las mejores jugadas de sus hijos por si el día de la prueba «tienen un mal día». Llegan incluso a «negociar precios», pues ahora decir que un hijo está becado es motivo para alardear entre los amigos.

Aún recuerdo ese partido contra el equipo vecino, lo conocíamos a la perfección. Año tras año la rivalidad crecía y nunca hubiese sido capaz de irme a jugar con ellos? Eso hoy en día no pasa. Pocos son los niños que pasan toda su vida en un mismo club, lo cual obliga a los clubes a mover cielo y tierra para poder confeccionar sus plantillas año tras año. Se exige categoría, y lo que antes no era un problema para jugar a futbol, hoy se ha convertido en vergüenza. Una simple llamada, o lo que es peor, un whatsap, hace que olvidemos todo lo bueno vivido en un club e irnos a experimentar algo nuevo, sin importar nada más que el jugar en una categoría superior, independientemente de lo que ofrezca ese club como escuela, ni qué infraestructura tenga.

Hay niños que con 4 años ya reciben llamadas para cambiar de equipo. Debería darnos vergüenza que a eso le llamemos «fichaje». Antes eran los clubs grandes los que solían acudir a los niños con mejor nivel para ofrecerles jugar en sus equipos. Hoy en día, el equipo del barrio de al lado, que juega en la misma o peor categoría, también te ofrece esa posibilidad. A todo el mundo nos gusta el elogio y solo eso hace ya que uno se lo piense, restando valor a lo bueno vivido en su club de toda la vida y resaltando lo negativo, a lo que le damos más importancia en momentos puntuales.

Si partimos de la base de la dificultad de llegar a ser jugador profesional (y de que si tiene que pasar, pasará), lo que debemos buscar es la educación de los niños basada en los valores. Que la escuela sea acorde a la mejora continua del niño en lo personal y en lo deportivo, y les permita preparase para diferentes aspectos de la vida, además de disfrutar y aprender a jugar a futbol.