«Un hogar para cualquiera de cualquier lugar» se anuncia en un cartel promocional del condado de Brooklyn, uno de los cinco en que se divide la ciudad de Nueva York. Ese reclamo a la acogida de cualquier ser humano, venga de donde venga, sea quien sea, piense como piense, define a la perfección el espíritu americano. Si América es tierra de inmigrantes, de este barrio neoyorkino, que fue ciudad independiente hasta 1898, diríase que esa es su identidad. Un condado donde más del veinte por ciento de sus habitantes posee una licenciatura o título superior universitario, un cuarenta por ciento de es de origen anglosajón, más de treinta y cinco por ciento de origen africano y más de veinte por ciento, de origen hispano.

En ese crisol de razas nacieron algunas de las figuras del deporte norteamericano conocidas a nivel mundial como el ajedrecista Bobby Fischer, el boxeador Mike Tyson y el baloncestista Michael Jordan. No está nada mal si tenemos en cuenta que su censo no llega a los tres millones de habitantes. Añádanse también personajes como Rita Hayworth, Barbra Streisand, y Woody Allen. Sumen a Alfonso Gabriel «Al Capone», hijo inmigrante de familia napolitana, En ese condado, en ese lugar abierto a ser el hogar de cualquiera de cualquier lugar€nació, un 17 de febrero de 1963 la más grande de las leyendas de la historia del baloncesto. Allí vino al mundo, pero siendo un niño su familia se trasladó Wilmington, una ciudad de 70.000 habitantes en el estado de Carolina del Norte.

«Era bajito»

Michael era un joven portento atlético. Un adolescente capaz de destacar, por sus condiciones, en cualquier disciplina. Podía alcanzar la gloria en los tres deportes de masas de Estados Unidos: fútbol americano, béisbol o baloncesto. A esos tres deportes dedicó buena parte de su tiempo en la escuela preparatoria. Al segundo año fue apartado del equipo de baloncesto porque sólo media 1,80 m. «Era bajito para ese deporte», le dijeron los técnicos. Pocos podían intuir el estirón que sufrió su cuerpo en menos de un año: creció diez centímetros y alcanzó a ser seleccionado para el partido estelar de los juegos americanos de las escuelas superiores norteamericanas. Grandes figuras del baloncesto han pasado por esa selección. Seguramente eso lo permitió gozar de una beca para jugar baloncesto y estudiar geografía en la Universidad de Carolina del Norte. Allí, en los campeonatos universitarios demostró sus enormes posibilidades. En la temporada de 1983-84, con apenas 21 años, fue elegido el mejor jugador universitario. Los Chicago Bulls se fijan en él. Acertaron de pleno. Habían apostado por el que con el tiempo sería considerado el mejor jugador de la historia del baloncesto.

La noche que «se disfrazó de Dios»

En la temporada 1985-86, los Chicago entran en los «play-off» como últimos clasificados. Han de enfrentarse a los Boston Celtics. Allí juega el que estaba considerado como número uno de la época: Larry Bird. La eliminatoria no tiene color: un contundente 3-0 elimina al equipo de Michal Jordan y sin embargo en el segundo de los partidos, el jugador bate todos los registros y anota 63 puntos€Larry Bird declararía a la prensa : «Esta noche Dios se ha disfrazado de Michael Jordan». Estábamos ante la consagración definitiva de un jugador fuera de serie. En la siguiente temporada alcanzó una media de 37,1 puntos por partido, superando todos los registros conocidos.

Béisbol y vuelta triunfal

Ha cumplido treinta años, lo ha ganado todo en el baloncesto. Ha entrado en la leyenda. Es el deportista mejor pagado del mundo. Está cansado del baloncesto. Decide cambiar de deporte, por «una promesa que hice a mi padre antes de morir€» según confesó. Participó en la máxima competición profesional pero no le convenció. Lo suyo no era el béisbol. Y regresó de nuevo a la NBA. En la temporada 1995/96 volvió a liderar el promedio de anotaciones. Y los Chicago Bulls, con un inestimable aportación volvieron a inscribir su nombre como campeones de la NBA, durante tres años consecutivos. Michael ya ha cumplido los 35 años. Todavía jugaría hasta los 40 años, en el año 2003. Dejaba el baloncesto el que fue bautizado como «Air Jordan». Tenia una facultades sobrehumanas para saltar y hacer acrobacias en el aire con el balón en una u otra mano. Con los Chicago Bulls alcanzó ganar seis anillos. Fue elegido entre el mejor quinteto de la NBA en diez ocasiones.

Olímpico en Barcelona

Y jugó en el inolvidable Dream Team de los Juegos Olímpicos de Barcelona, cuando aquel elenco de estrellas de la NBA pactaron telefónicamente venir de vacaciones a Barcelona dispuestos a pasear por las Ramblas con sus esposas, hospedados en el hotel más lujoso y convertidos en centro de atracción mundial. Naturalmente arrasaron en todos los partidos. En aquel Dream Team destacaba Michael Jordan. Habían llegado a Barcelona, a ocupar buena parte de sus vacaciones, eso sí, con la misión de ganar sin contemplaciones. «No venimos a hacer amigos€», repetían cada vez que ganaban con más de 40 puntos de ventaja.