Claro que era solo un amistoso, pero no uno cualquiera. Por eso para el Valencia no fue cualquier cosa el partido que le salió contra el Villarreal y que encima lo ganara. Los de Gracia, con peores fichas, se hicieron fuertes y sólidos, un equipo. A los de Emery, que volvieron a dejarse remontar, les pasó factura su flacidez. Y eso que su elenco, a prueba de morbo, lo encabezaban Parejo y Coquelin, los que habían sido el antiguo motor blanquinegro. Los exvalencianistas empezaron lógicamente centrando todas las miradas pero se fueron eclipsando. Resultó paradójico hasta que ambos terminaran amonestados: Parejo por cazar a Yunus y Coquelin a Racic, chavales llamados a pelear por algunos de los muchos huecos con piezas que encajar. Porque hacen falta fichajes. Bastantes.

A la espera de que lleguen los refuerzos y de ir recuperando efectivos, la silueta del Valencia que se viene quedó muy definida. Fútbol directo, rocoso, solidario y futbolistas con hambre. Maxi, autor de un doblete, la tuvo de gol. Esquerdo, el mejor del partido, de balón. Ellos se convirtieron en los protagonistas. En el global del amistoso el Valencia fue mejor. Sin embargo, la frontera entre la victoria y el empate estuvo en la cantada de Asenjo en el 2-1. Y es que tras un arranque en el que los groguets amagaron con pasarle por encima, la mejor noticia para el Valencia no estuvo en el resultado. Lo valioso de veras, sobre todo a estas alturas, fue la sensación de que Javi Gracia tiene claro a qué jugar. Gustará más o menos pero la silueta que quiere para su equipo quedó muy definida. Elaboración la justa, mucho juego sin balón y pizarra sencilla. Esa es la propuesta. Un detalle nada baladí viniendo de la nadería mas absoluta. De lo que tampoco hay duda es de que, a poco que se engrase, sobre todo por atrás, el Villarreal sigue teniendo fútbol y talento para parar un carro.

Un objetivo bien marcado

Dos amistosos después, el fin del nuevo viejo Valencia de Gracia parece claro. Harina de otro costal son los medios para enfilar la portería rival con juego directo. Y es que, sin ninguna cara nueva que enseñar, de momento hay que conformarse con la mano de Gracia, un entrenador obligado a hacer de la necesidad virtud y paliar la desinversión de este verano raro, raro. Empezando, cómo no, por los primeros traspasados. A expensas de Capoué, uno de los misterios precisamente está en quien llenará el vacío del centro del campo. Ayer lo intentaron Racic, cumplidor, y sobre todo Esquerdo, cuyo goteo de calidad acabó por hacer charco. Y eso que al principio estuvieron secos. El Villarreal, con Parejo reclamando de salida la pelota para él, tardó nueve minutos en marcar. Un castigo también para uno de los lunares que tendrá que borrar Gracia, el de la desastrosa salida de balón desde la defensa. Samu Chukwueze empaló bien y Jaume resopló por lo que podría venírsele encima si el partido, por muy amistoso que fuese, continuaba por esos derroteros.

Por suerte para el Valencia el partido lo cierto es que siguió siendo así pero solamente un rato. A Guedes y Maxi empezaron a llegarles balones para romper al espacio y los resoplidos pasaron entonces a ser de Asenjo. El Villarreal, al que le perjudicó que el césped se levantara, cedió yardas rápidamente y el empate no llegó de milagro antes del descanso. Primero se anuló un gol por fuera de juego de Mangala y después Wass le puso un balón medido a Maxi. Pero entre cabecear fuerte u orientado, el uruguayo escogió lo primero y el remate fue al muñeco. El fútbol es tan caprichoso que el doblete lo consiguió con dos definiciones peores. Una en semifallo tras un servicio de córner de Esquerdo y la otra con un disparo sin fe que a Asenjo le pasó por bajo. Fue una radiografía de lo que acabó pasando: un Valencia envalentonado y un Villarreal que trataba de dar con el interruptor de la luz para no seguir a oscuras.