Marc de Montserrat y Tomas de Xaló han ofrecido un insuperable recital de juego en la final de Copa de Escala i Corda. El resto de Montserrat grita de alegría en el último quinze, rematado con la fuerza de un corazón necesitado de autoafirmarse. Se abraza al compañero. Tomás sonríe con humildad y su rostro emite una profunda alegría. La alegría de quien sabe sufrir. Llega el momento de la entrevista al resto campeón: analiza la partida, agradece la buena sintonía con Tomás a lo largo del torneo y cuando le preguntan a quien dedica este triunfo mira hacia el horizonte y se le quiebra la voz. Sólo él sabe lo que encierra ese sentimiento incontrolable. La respuesta, superado ese momento íntimo y en silencio, abarca a todos los que le han ayudado a llegar hasta aquí, a todos los que han creído en él. Y uno piensa cuando sus inicios en la escuela de Montserrat, en aquellas finales de Galotxa en las que demostraba una pegada desconocida, por venenosa y por original. Marc juega «per dalt» los rebotes más inverosímiles. Parece no tener estructura ósea; asemeja un muñeco de goma. Nunca nadie había visto cosa igual. Ha aprendido a jugar «per baix», y usa la izquierda con solvencia. Jugar al aire es su pegada preferida porque es su arma más poderosa. Ha roto todos los esquemas del clasicismo del trinquet, ese que representa, por ejemplo, Puchol II.

Tomás de Xaló es la cabeza que piensa. Su mitger rival en esta final, Guillermo, es la potencia que necesita pulirse. Tomás, para cuando tiene que parar, cuando necesita reposar el «quinze» en la escalera, busca la careta y con su envergadura cubre gran parte del trinquet, Su volea es segura y cuando va hacia la pelota, cuando da un paso al frente el rival puede prepararse porque le buscará las zapatillas o dirigirá milimétricamente la pelota a la «careta», o buscara el rebote con esa pegada justa para que la pelota apenas salga de la pared o caiga en vertical hacia el piso. Es lo suyo un recital de maestría que sólo los más viejos alcanzar a recordar en un Xato de Museros. La eficacia de su pelota se sustenta en la seguridad de sus golpes: el rival fallará antes que él. Seguramente son campeones porque forman una pareja perfecta: la venenosa pegada del de Montserrat acompañada de la pelota de criterio y maestría del de Xaló. Un comentarista nos recuerda en redes sociales que su juego es algo así como la esencia del mejor Moscatel de Xaló. Y uno, que sabe algo de esa variedad piensa si los aromas de ese caldo no son los que han cultivado pelotaris como Raúl de Godelleta, y Tomás de Xaló, los dos pueblos que veneran esa crianza. Dos pelotaris que emiten aromas de elegancia y sabiduría.

Tan hermosas jugadas se vieron que fueron muchas las veces en que el público de Oliva se puso en pie para reconocer La belleza de lo que los cuatro pelotaaris ofrecieron en una final inolvidable. Una final que eleva las posibilidades de Marc ante el Individual. Puede ser su año, si mantiene el nivel mostrado en el majestuoso trinquet de Oliva. Apasionante torneo.