Jason fue expulsado en el tramo final del partido.

No hay por donde coger al Valencia, vapuleado por sus errores, víctima de cualquier contratiempo posible y condenado a cambiar de año con números de descenso. Abatido pero tan indescifrable que salió airoso del enésimo inicio estrepitoso. Un equipo que jugándose la vida se enredó sobre sus propios pasos. Con el partido para ponerse 0-2, se dejó empatar al filo del descanso. Y cuando mejor estaba en la segunda parte, Jason y Guedes se borraron irresponsablemente en dos minutos. Lo que ocurre es que a veces es tan indescifrable que el mejor tramo se jugó con nueve gracias a la verticalidad de Manu Vallejo. El absurdo consuelo previo al 2-1.

Con ventaja gracias al olfato de Gameiro y a una reacción potable, el Valencia se descuadró con el empate, encima estando en superioridad numérica por la momentánea lesión de Gonalons. Fue, para postre, después de que Jason se empachara de balón en un contragolpe de cuatro para tres. Como la temporada pasada, una barrera con los jugadores mal perfilados desató el desastre. El balón cambió su trayectoria tras rebotar en Gameiro, a la postre decisivo en las dos porterías. Un gol de los que hacen daño, sobre todo a un equipo magullado por todos lados al que le faltaba lo de las expulsiones. Ni siquiera la horrible gestión del Granada sirvió para rascar algo positivo. Con un muelle en el cuello, Molina lo evitó con un gran cabezazo a un suspiro del final.

El Valencia hizo méritos para más pero sus virtudes son muchas menos que sus defectos. Tras demostrarse que la escaramuza de Gayà con la que empezó la tarde había sido un espejismo, el Granada puso cerco al área de Doménech y tuvo que ser el VAR quien saliese dos veces en su auxilio. La primera porque el reglamento impide al videoarbitraje actuar en el área si no da para penalti, como cuando Esquerdo levantó el pie más de la cuenta. Y la segunda porque sí sirvió para anular un gol de Kenedy. Con una facilidad pasmosa, el balón había ido de banda a banda para acabar en la red de tiro cruzado. La suerte fue que a Foulquier lo pillaron soltando el brazo sobre la cara de Jason en el origen de todo. INSUFICIENTE. Aunque hecho un guiñapo, el once Frankestein de Gracia terminó cuajando gracias a Gameiro, novedad en detrimento de un Maxi sin minutos. El francés arrancó la moto pero falló delante de Rui Silva. Fue el único que generó ocasiones pese a su mirilla desviada. La siguiente combinación con Guedes acabó en córner y a la tercera fue la vencida con un desmarque para rematar un servicio de Cheryshev. El VAR, que estaba caliente, revisó que en el inicio de la transición Esquerdo se había llevado el balón por ímpetu y no en falta. Era una fase de expansión en la que el portero evitó el segundo. Perdonó el Valencia, pero no el Granada, que acabó empatando.

La segunda parte empezó como la primera. Incluso con el mismo protagonista, un Suárez que intentaba volearlo todo. De su tiro cruzado tras merendarse a Diakhaby se pasó a un remate de Foulquier a la cepa aunque el Valencia seguía vivo. Silva evitó a lo Mazinger un cabezazo de Mangala y Manu revitalizó el ataque cuando Gameiro pidió el cambio. Sin embargo, fue entonces cuando el guión saltó por los aires, de la innecesaria entrada de Jason a calentón de Guedes.

En el carrusel de errores también Duarte se fue a la calle por una mala patada. La agitación favoreció al Valencia, que paradójicamente dio con la tecla jugando con nueve ante la ansiedad de un rival que se lo había visto hecho. Manu seguía siendo mano de santo y hasta la fortuna evitó que Jorge Molina marcara antes al impactar su tiro en Soro. A la siguiente, se desquitó a lo grande. No hay manera con este Valencia.