Algo se mueve en este Valencia que levantó el vuelo en Yecla y lo mantuvo en Zorrilla ante un rival de su liga, de momento y hasta nueva orden la de la permanencia. Aunque terminó sufriendo pese a haber jugado y generado ocasiones de sobra para no hacerlo, lo que importaba era ganar y no tanto el cómo. Venció el equipo de Javi Gracia con apuros pero también con justicia y sobre todo con algunas noticias novedosas. Cuando estaba al límite de la parodia, el Valencia demostró que le queda artillería y que aunque no el juego, al menos sí ha recuperado la coherencia de no renunciar al balón. Es ese defecto antes que otro el que tiene en el alambre al entrenador, tembloroso cada vez que se repite la sensación de que no termina de explotar lo que tiene. Que a estas alturas de temporada siga en busca de la alineación más adecuada es una demostración de esa deficiencia. El once de Pucela, con Kang In por la sanción de Guedes, Wass por delante de Thierry y Maxi arriba, era uno de las mejores que podía presentar y no fue casualidad que funcionara. El triunfo, aunque llegase merced a un guitarrazo de Masip ante un tiro por el centro de Soler, confirma que hay veces en las que es más sencillo cumplir los objetivos a través de las circunstancias que de las decisiones desde el banco.

Entre los destacados, Gayà volvió a ser un fijo. Lo confirmó con un trallazo a la cruceta, aunque ya había avisado al principio, cuando en vez de arrancar agarrotado, el equipo soltó amarras. Primero por el muelle de la izquierda con Cheryshev y luego por el derecho, antes con Thierry que con un Wass con tendencia a atracar mejor por el centro. Para sorpresa de propios y extraños por esas buenas prestaciones, las oportunidades cayeron todas del mismo lado. Cheryshev no tocó la pelota en un intento de espuela y luego se animó Kang In, de nuevo sin puntería. Relegado otros días al papel de islote, Maxi también dejó destellos, especialmente un remate a la cepa. Situaciones de gol no le faltaron, algunas tan buenas como cuando le faltó un palmo para embocar en la boca del lobo. Fue la consecuencia de la complicicidad entre futbolistas, una línea de autoridad, organización y dominio ante la que el Valladolid se quedó KO.

El Valencia nunca abandonó sus nuevas y buenas maneras. Sin embargo, hasta el gol de Soler, su partido fue una demostración en balde. Tanta carga de dinamita para nada. El rival, con mucha menos, no desperdició la ocasión de abrir fuego cuando Weissman se plantó cara a cara ante Doménech. Lo hizo en fuera de juego, así que no hubo pábulo a que el VAR revisara que la primera vez fue piscinazo pero ya no la segunda. En todo caso habría sido demasiado para un Valladolid superado en la estrategia y el cuerpo a cuerpo, una faceta de fracaso rotundo para sus defensas. Con la sucesión de centros resopló también el inseguro Masip, cuyo miedo olfateó Cheryshev al tratar de tirarle un globo. Eso sí, salvo por el de Gayà, la descarga de la primera parte no pasó de ráfaga.

Después de haber jugado de puntillas, el Valladolid se decidió a pisar firme en la segunda. Weissman fue el más incisivo de los blanquivioletas, aunque Villa y compañía, que no habían hecho nada hasta entonces, tampoco hicieron nada después. El Valencia no jugó tan cómodo pero mantuvo la vista al frente. El más peligroso de punta a punta siguió siendo Maxi. Así lo entendió Gracia, que retiró a Kang In para darle carrete a Manu Vallejo, el revulsivo por excelencia y autor del que habría sido el gol de la tranquilidad de no haber rebobinado el VAR hasta la prehistoria de un fuera de juego. La única respuesta del Valladolid al 0-1 fue Orellana, que provocó un centro-chut de Hervías que no reorientó Plano. A partir de ahí, los seis minutos de añadido fueron de infarto. Tras un sprint de Yunus volvió a tenerla Vallejo, que en posición legal esta vez no atinó. Y en la última acción, Guardiola la peinó al palo. Sufrimiento extra para coger altura con tres puntos que valen su auténtico peso en oro.