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VITA DA MEDIANO

Utopías

Utopías

En el mérito de la distancia recorrida aunque no se alcance nunca el horizonte residía el valor auténtico de las utopías, vino a escribir Eduardo Galeano en un relato que a fuerza de ser usado ha quedado reducido a la ceniza motivadora de las tazas de Mr Wonderful. Pero la metáfora sigue siendo válida para los días que le esperan a Mestalla, un campo que ha resistido a riadas, bombardeos y que espera a su centenario observando el aterrizaje de megalómanos a bordo de helicópteros dorados. El mestallismo no debe infravalorar la utilidad de la acción de oposición ejercida contra Peter Lim para seguir aplicándola en el presente. Es decir, el (pen)último gran servicio de Juan Martín Queralt al aglutinar a todas las plataformas críticas en torno a Peter Lim, la organizada labor de Libertad VCF en busca del 5% de acciones (amenazada si la vía Johor implica ampliar capital) o el arte protesta de Itmustbelove86 han convertido a la masa social valencianista en el ejemplo más inspirador de Europa en la crítica y presión a grupos inversores.

Estos meses se ha fortalecido un músculo social que no existía en el largo verano del 14 con la «entrega servil» de «tributarle a Mr Lim la fervorosa acogida que su augusta persona merecía» (JV Aleixandre, más vigente que nunca). Y Su Alteza Real y General Mayor Tunku Ismail Ibni Sultan Ibrahim ha captado el mensaje de que debe ganarse a Mestalla. Su decálogo de presentación en Instagram, el púlpito desde el que gobernará a golpe de stories, como Donald Trump en Twitter, consistía en desmentir todos los tópicos asociados a los dueños excéntricos de clubes, hasta el punto de dejar en mal lugar a su socio Lim. El fuego amigo de «No soy un hombre de negocios», «no cambiaré vuestro escudo», «necesitamos gente de fútbol en el club». Cuando tantos aficionados se preguntan por qué los inversores tienen un mayor éxito y aceptación en la Premier que en otros torneos, es porque muy por encima de dopadas promesas de gloria, prima el respeto innegociable al patrimonio «espiritual, sentimental, ideológico, histórico y cultural del club» (Aleixandre, de nuevo). A Abramovich y los Glazer les quedó claro desde el primer día en Stamford Bridge y Old Trafford.

El príncipe de Johor promete delegar decisiones en estructuras profesionales e independientes, aunque su puesta en escena haga pensar en un gestor al que le gusta lucir en la primera fila y hacer ostentación de una posición social y económica privilegiada. Una actitud que en el fútbol suele derivar en personajes ávidos de exaltación social y de fotografiarse con fichajes mediáticos. Y venimos de Lim, que nos lo vistieron como discreto, que huía de los palcos y que no tenía ni descargado Whatsapp, pero que acabó aceptando el despido de un emblema como Camarasa por ser amigo del entrenador disidente. Primer punto del contradecálogo. Entre la propiedad de una sociedad anónima deportiva y el alma de un club de fútbol hay más distancia que entre València y el sultanato de Johor. Los meses de fiscalización y resistencia no deben diluirse y la masa crítica debe insistir en que la utopía, como señalaba Galeano, sirve para seguir caminando. Y ante cada «No soy un hombre de negocios, soy un Príncipe» anteponer que «no somos aficionados, somos Mestalla».

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