La desigualdad de la Liga

La tiranía del Madrid y el Barça

La polarización de la Liga por parte de los dos clubes millonarios es casi total y, salvo el Atlético, es una quimera disputarles el título

Benzema celebra un gol con la grada del Bernabéu.

Benzema celebra un gol con la grada del Bernabéu. / Sergio Pérez/Efe

J.M. Bort

J.M. Bort

Ya hace tiempo que ganar la Liga es una quimera si no eres el Real Madrid o el Barça, excepto si eres el Atlético. Solo queda el Atlético como alternativa, eso sí, muy pequeña. Ni el Athletic, ni la Real, ni el Betis, ni el Sevilla, y mucho menos ahora el Valencia CF, pueden siquiera plantearse ser campeones. La Copa es la excusa que queda para sostener esa mentira de que el fútbol español es democrático. Solo hay que ver los ingresos de unos y los otros.

En la Liga están el Madrid y el Barça, por un lado, y, por el otro, el resto. Desde hace años estamos ante una competición desigual, dominada sin compasión por dos empresas a los que no les afectan ni las deudas ni las supuestas trampas. Producen y generan tanto dinero que el juego, la esencia, ya es algo superfluo. Hay quienes aún se preguntan por qué les hemos cogido tanta tirria.

Bajo la tiranía de sus millones, los dos han convertido la Liga en un circo en el que quieren que todos seamos espectadores. Todo ocurre ante unas aficiones, las del Madrid y el Barça, que, aburridas por su tendencia a ganar los partidos, regulan su entusiasmo dependiendo del número y de la belleza de los goles, sin que nadie repare en los rivales que hay enfrente, ninguneados hasta los límites de la amoralidad. Meros ‘sparrings’ ante los que ensayar los golpes de cara a sus partidos de Champions. Celebrar un quinto gol igual que el primero es una falta de respeto.

A esa feria se han unido nuevos monigotes: todos esos ‘hinchas’ asiáticos y árabes que pueblan las primeras filas del Bernabéu y el Camp Nou y que se hacen fotos y enseñan los dientes mientras nuestros jugadores tiran la bilis por la boca

La Liga y la Federación Española de Fútbol, tan exquisitas para algunas trivialidades, deberían preocuparse un poco por esta ofensiva disparidad. El entusiasmo de las gradas del Camp Nou y el Santiago Bernabéu cuando sus equipos se hinchan a goles es puro teatro. Es una alegría histriónica, que más que rabia provoca vergüenza ajena. La fiesta que se monta en cada último gol transmite la misma sensación que la de un espectador de boxeo celebrando sin piedad los golpes de un peso pesado sobre un peso paja. Tiene la misma gracia que el chiste del elefante que pisotea a la hormiga. A esa feria se han unido nuevos monigotes: todos esos ‘hinchas’ asiáticos y árabes que pueblan las primeras filas del Bernabéu y el Camp Nou y que se hacen fotos y enseñan los dientes mientras nuestros jugadores tiran la bilis por la boca.

El Barça celebra un gol en el Camp Nou.

El Barça celebra un gol en el Camp Nou. / Alejandro García/efe

No puede ser de otra manera cuando se miden equipos con presupuestos tan alejados. La horquilla, esta pasada temporada 22-23, comprendía desde los 1.065 millones de euros del Barça frente a los 30-50 millones de clubes como Rayo Vallecano, Mallorca o el Girona FC. El volumen de ingresos y gastos de Barça y Madrid es entre 15 y 20 veces mayor que el de conjuntos más humildes como Elche, Cádiz o Real Valladolid. Un desequilibrio estructural que no existe en la Premier League, capaz de nutrir más equitativamente a sus participantes. Sólo el sueldo de Messi en su última temporada en el Barça (77 millones de euros) doblaba el balance de varios clubes. La tiranía, además, no es solo económica. El Madrid y el Barça, Vinicius, Ancelotti, Florentino, Laporta y Xavi mediante, se burlan de todos nosotros. Qué se vayan a su Superliga, o a los países árabes, con sus millones y su soberbia.