Pocos triunfos fueron tan especiales

El Levante pone fin a su mala racha con una revitalizante victoria ante el Sporting de Gijón y vuelve a ilusionarse

Álex Muñoz celebra con sus compañeros el gol de la victoria del Levante, a los 14 minutos del segundo tiempo.  | F. CALABUIG

Álex Muñoz celebra con sus compañeros el gol de la victoria del Levante, a los 14 minutos del segundo tiempo. | F. CALABUIG / rafa esteve. valència

rafa esteve. valència

La vida, por mucho que en ocasiones cueste, consiste en avanzar. En mantenerse firmes y resistir, independientemente de sus golpes y reveses. Por mucho que, a veces, se le dé importancia a lo que es irrelevante, el fútbol permite escapar de la realidad aunque, y más tratándose del Levante, haga que se acumulen problemas y preocupaciones. No obstante, en la vida también ganan los que parece que estén condenados a perder. Los que viven en un bucle de negatividad constante y los que sufren cuando las cosas no van bien. El Levante, por mucho que le haya costado huir de su mala dinámica, vuelve a respirar y a sentirse en condiciones de volver a pelear por sus sueños. Aquellos que, durante su ausencia de resultados positivos, se tambalearon en múltiples ocasiones.

El gol de Álex Muñoz fue suficiente para tumbar al Sporting de Gijón, cortar una dinámica de seis encuentros sin conocer la victoria y escapar de los innumerables dolores de cabeza. La liberación de los jugadores, nada más el colegiado señaló el final del partido, fue el reflejo de lo revitalizantes que son estos tres puntos. No obstante, Ramón Ferrer, Marta, Víctor y Carla, nunca olvidarán cómo, desde un cielo que es más azulgrana que nunca, el Ciutat de València les transmitió que siempre les tendrá en el recuerdo, que la tierra no es la misma sin ellos y que su Levante, cueste lo que le cueste, seguirá peleando por alcanzar sus ilusiones. Esta victoria, sin duda, ya es para siempre.

Tantas han sido las veces que Orriols se ha sentido fuerte que, después de rendir un sincero y emotivo homenaje a Ramón, su familia y el resto de fallecidos en el incendio de Campanar, mostró su cara más sensible. La de un estadio fiel como de costumbre, pero dolido por la muerte de sus irreductibles. Sin embargo, y por desgracia, la vida te obliga a avanzar, aunque, como sucedió contra el Sporting de Gijón, costase más de lo normal. Los esfuerzos desde la grada para que los de Felipe Miñambres se evadieran del dolor fue grande, mientras el equipo fue poco a poco hacia un rival al que le hizo cosquillas en la primera parte.

No en vano, el Ciutat de València, según fueron pasando los minutos, fue cogiendo temperatura. Y los suyos, desde la reanudación del partido, dieron un paso al frente, aunque todos los presentes en el coliseo del barrio de Orriols se tiraron de los pelos cuando Fabrício, casi de forma consecutiva, erró dos ocasiones clarísimas. Siendo ambas al contragolpe, el ‘12’, solo ante Yáñez, y cruzando las dos al palo largo, se quedó a muy pocos centímetros de anotar. Pese a ello, un rayo de esperanza iluminó Gol Alboraya, grada a la que Ramón Ferrer, acompañado de sus seres más queridos, nunca falló a su cita con el Levante. Tenía que ser ahí donde su equipo marcase el gol de una victoria que será recordada eternamente. Pero que, sobre todo, tenía al cielo como destinatario. Pablo Martínez, desde la esquina, la puso al corazón del área, y un desvío entre la maraña de futbolistas que quisieron entrar en acción, fue rematada a la red por Álex Muñoz. Orriols, como si se quitase un peso de encima, lo celebró con rabia, pero, sobre todo, con emoción. La misma que puso el ‘3’ en su celebración, donde se cogió con fuerza el escudo y festejó su diana en el sector de Ramón. Cómo lo celebraría junto a su familia desde arriba.

En una tarde donde las emociones estuvieron a flor de piel, los de Miñambres, lejos de arrugarse, fueron a por más. Quisieron, de una vez por todas, acabar con su mala racha, aunque el Sporting de Gijón generase tensión y nerviosismo siempre que alcanzó los tres cuartos de campo, pero, con uñas y dientes, el Levante no defendió su botín, sino que fue a buscar una recompensar mayor, pese a que la mala suerte, incluso, apareciese cuando se puso de cara para sentenciar el choque. Roger Brugué, pendiente de un balón que cayó del cielo, vio cómo a Rubén Yáñez se le escapó de las manos, pero, sin esperar el error del guardameta, cabeceó un balón que se marchó por poco. Antes, sobre el minuto 75’, Juan Otero fue capaz de detener el tiempo cuando ejecutó, con violencia y precisión, una falta directa que se fue por muy poco. No obstante, y pese a que el Levante se quedó con uno menos por una expulsión de Giorgi Kochorashivli tras una fuerte entrada sobre Diego Sánchez, nada más sucedió sobre el césped, para beneficio y, sobre todo, emocionante. Ramón, Marta, Víctor y Carla: estos tres puntos son para vosotros.