Moisés Domínguez /

Amparo Barbeta, Valencia

«La ciudad abraza y arropa a su club y, como línea de continuidad, el río Turia. Siempre se ha planteado que se quería un estadio único, irrepetible en todo el mundo. Y el mayor símbolo de identidad de la ciudad es la propia ciudad». Y bajo ese prisma, el nuevo recinto deportivo desnudó su gran misterio en boca de su padre, el arquitecto Mark Fenwick.

Ayer, el Valencia CF exhibió la que será su nueva casa y su nueva cara. Un recinto deportivo que no tiene nada que ver con Mestalla y que equipara a la ciudad con todas las grandes ciudades del planeta fútbol. A partir de ahora llegarán las valoraciones, desde el entusiasmo a la decepción, aunque es difícil equivocarse cuando se construye en estadio de gran vanguardia, avalado por dos despachos de reconocido prestigio, como son Arup Sport y RFA.

Desde hace tiempo se sabía que el estadio tendría un elemento distintivo que se convertiría en alegoría de la ciudad. Recordando de alguna forma aquel diseño del murciélago que había entusiasmado en la convocatoria del concurso. Fue el momento culminante de la fiesta de puesta de largo, que se prolongó durante la noche de ayer entre encendidos discursos, mensajes nostálgicos, música y fuegos artificiales.

Un río que discurre por la fachada

Para entender el diseño de la cubierta -que es la que, a bote pronto, mide el éxito o la desilusión-, hay que pensar en un gran bloque que se rompe por una gran avenida irregular. Es el río Turia, que recorre todo el recinto. A su alrededor, formando islas de cristal, los diferentes barrios.

Cada pieza de la fachada simboliza a un barrio de la ciudad, en una interpretación a escala de sus particularidades. «Hemos estudiado su planta y hemos tomado su simbología».

«Había que romper moldes y se ha logrado. Debía ser algo vivo, que de cabida a nuevos conceptos» elogió el presidente de la Liga de Fútbol Profesional, José Luis Astiazarán, recogiendo ese nuevo concepto de estadios-espectáculo que se estrenarán de verdad con este Nuevo Estadio del Valencia CF -ese es el nombre, de momento, con el que se le ha bautizado-, ya que el estadio del RCD Espanyol es muy poco pretencioso.

Y, a partir de ahí, los detalles que cabía esperar: 75.000 espectadores, todos sentados, en una grada de última tecnología. Una auténtica ciudad dentro del estadio dotada de todos los entretenimientos imaginables que se plasman en un bulevar interior donde se podrá circular libremente.

El valencianismo tendrá que vivir los 30 meses. Porque si la primera piedra está prevista para el próximo mes de marzo y el inicio de las obras para el verano de 2007, después serán necesarios dos años para izar la criatura y que, al inicio de la temporada 2009-2010, esté a disposición de todos los aficionados.

Un atractivo turístico para la ciudad

La concentración de todos los servicios valencianistas en un mismo recinto convertirá al estadio en un espacio de visita obligada, al que ya se le ha puesto el nombre de «Experiencia Valencianista», con la idea de que las visitas guiadas a la ciudad tengan una parada obligada. Así, el visitante podrá hacer un recorrido por el museo del club, una visita al edificio, disfrutar de las tiendas tematizadas con todos los tipos imaginables de productos licenciados y un restaurante tematizado. Además, el propio socio tendrá un espacio social en el que poder celebrar, por ejemplo, sus propias fiestas (bodas, comuniones, bautizos, cumpleaños...).

La Agrupación de Peñas tendrá aquí su sede y también estará, naturalmente, las oficinas del club, que se marchará de la actual sede. Todo concentrado en la misma manzana. Toda esta zona está ubicada en una zona de servicios ubicada en lo que habrá que considerar a partir de ahora como Gol Norte, que da a la calle La Safor.

Un cambio en la liturgia del aficionado

Hasta ahora, la imagen del seguidor valencianista se asocia al bocadillo bajo el brazo o a las colas para adquirir uno en unos precarios puestos de venta. En el nuevo estadio se da un giro a esta costumbre con la aparición de restaurantes en el interior del estadio, que ofrecerán comidas calientes, así como diferentes bares más completos y variados de contenido, junto a los habituales kioscos pequeños. La opción de comer mientras se contempla el terreno de juego, tan extendida en Inglaterra, llega ahora también a la liga española en un gran restaurante situado en el fondo norte.

Más cerca del sillón que de la silla

Otra de las grandes identidades del estadio es el tamaño de los asientos. Si las butacas de plástico sustituyeron a las sillas de enea, los actuales y nuevos aficionados se encontrarán con unos asientos de máximo confort. De hecho, el diseño inicial contempla un ancho de butaca de 52 centímetros. «Es casi un sillón» aseguran pomposamente en el club. Además, se amplia de forma considerable la huella; es decir, el ancho del pasillo: de 80 a105 centímetros lo que permitirá una mayor comodidad a la hora de acceder a la butaca, sin obligar al resto a levantarse.